Por
Joel García
(Foto:
Ricardo López Hevia
Conocidas
las nóminas de todos los equipos para la próxima Serie Nacional de Béisbol,
varias interrogantes saltan entre los aficionados a partir de la ausencia de
muchas figuras, el traslado de algunas para
otras provincias y el espectáculo real que podremos ver en los estadios,
ese que va de la mano del talento y los ídolos deportivos.
El
campeonato que empieza este 29 de agosto con el duelo entre Ciego de Ávila e
Isla de la Juventud tiene varios retos, pero uno parece empinado: lograr la
motivación de jugadores y público desde el primer juego hasta el final. Y no me
refiero al rendimiento puro con el madero o el guante, ni a repletar los
graderíos, sino a la asunción de querer ser los verdaderos protagonistas del
principal pasatiempo sociocultural de este país.
No
exagero si comparo este momento a las primeras series nacionales, cuando cuatro
nuevos equipos sustituyeron a los tradicionales conjuntos profesionales. Caras
nuevas y veteranas dejaron entonces el alma en el terreno y nuestra pelota,
lejos de apagarse como vaticinaron los escépticos, prendió mucho más en el
corazón del pueblo.
A
simple vista, más de 50 jugadores que vistieron uniformes en la pasada campaña
y con una calidad por encima de la media no estarán ahora por disímiles
razones. La salida del país por vías legales o ilegales es la principal causa
de tal desangramiento, a pesar de las mejoras económicas aprobadas para los
peloteros y la posibilidad de contratación en el exterior sin tener que romper
vínculos con su tierra natal.
Sin
embargo, hacer leña del árbol caído nunca ha sido la receta idónea para valorar
lo que pudiera suceder en la venidera temporada beisbolera. Hay conjuntos que
han podido preservar un cuerpo central ofensivo y defensivo, en tanto la
mayoría tiene resentido el pitcheo.
En
medio de este panorama, cierto desenfreno en cuanto al traslado de peloteros de
una provincia a otra ha motivado también cuestionamientos, sobre todo porque
las excepciones se han convertido en regla y algunas bajas por indisciplina de
un conjunto aparecen luego como integrantes de otro.
Con
total claridad es posible vaticinar que habrá pocas sorpresas en cuanto a los
equipos que podrán discutir la corona esta temporada. Ciego de Ávila, Matanzas,
Industriales, Granma y Villa Clara se empinan en papeles por encima del resto,
a partir de mantener una alineación con menos fisuras que sus rivales.
En
un segundo grupo con posibilidades de clasificar a la siguiente fase habría que
ubicar al subtitular Isla de la Juventud y al siempre aguerrido Pinar del Río;
en tanto Las Tunas, Artemisa y Holguín están en un tercer pelotón y tendrían
opciones de avanzar si exhiben un rendimiento fuera de los cálculos desde el
inicio.
Mayabeque,
Guantánamo, Camagüey, Sancti Spíritus, Cienfuegos y Santiago de Cuba siguen
teniendo como brújula luchar por una mejor ubicación que en la campaña
precedente, aunque la tarea será dura.
Esta
es la pelota que podemos y tenemos hoy, aunque no la que quisiéramos
—parafraseando una idea del escritor uruguayo Eduardo Galeano respecto a la
Revolución Cubana— , pero el aplauso a quienes la jugarán debe estremecer
nuestros estadios.
Ellos son ahora el béisbol cubano.
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