Joe DiMaggio siempre dijo que su mejor equipo fue precisamente
el de 1936. Bueno, ahí estaban seis futuros Salón de la Fama: Lou Gehrig, el
segunda Tony Lazzeri, el catcher Billy Dickey, los pitchers Red Ruffin, Lefty
Gómez... y él mismo.
Gehrig, por ejemplo, ese año fue el Jugador Más Valioso al
pegar .354 y liderear a la liga en jonrones (49), impulsadas (152), bases (130)
y slugging (.696); Franckie
Crosetti logró anotar 130 carreras y
Dickey bateó .362 y 22 vuelacercas.
Pero lo más grandioso de la temporada fue que implantaron un
récord que figura como indeleble en los registros de la historia de Grandes
Ligas: 600 carreras impulsadas entre 5 peloteros: Las 152 de Gehrig, 125 de
DiMaggio, Tony Lazery (109), George Selkirk (107) y Dickey, 107.
Joe conservó lo que fue su primer anillo de oro de aquella Serie
Mundial.
Pero, resulta que los otros ocho anillos también de
banderines en clásicos otoñales, le fueron robados en los años sesentas en su
cuarto de hotel de Nueva York.
Empero, el
propietario de los Yankees, George Steinbrenner, mandó a hacer réplicas de cada
uno y en 1979 se los obsequió como prueba de eterna amistad.
Pero, retrocedamos en el tiempo:
La familia
DiMaggio
Guiseppe Paolo DiMaggio (Joseph DiMaggio), nació el 25 de
noviembre de 1914 en Martínez, California y a la edad de seis años su familia
se trasladó al sector norte de la playa de San Francisco, una estable comunidad
de pescadores comerciantes habitado por una gran cantidad de emigrantes
italianos con fuertes lazos con la familia, la iglesia católica y tradiciones
de su nativa Sicilia.
Fue uno de esos hijos de inmigrantes italianos que llegaron
a Estados Unidos, procedentes de Sicilia. Su padre Guiseppe y su madre,
Rosalie, tuvieron cuatro mujeres y cinco varones.
De sus hermanos, Dominic y Vice, llegaron a Ligas Mayores,
no así Tom y Mike que se quedaron ayudando en la pesca y reparando redes con su
señor padre... y qué clase y calidad de cangrejos del Pacífico se capturaban en
esa época.
Dominic jugó diez temporadas con Boston y Vince otros
tantos, aunque con cinco equipos diferentes.
Años más tarde, el glorioso mánager Casey Stengel diría de
los tres: “Joe, el mejor bateador;
Dominic, el mejor fildeador y Vince,... el mejor cantante”.
De jovencito a Joe le gustaba ir a jugar beisbol en lo que
fue conocido como El Club Local de Chicos, un avispero de peloteros en ciernes
y donde comenzó a probar suerte. Era su sitio favorito. Tanto que decidió
abandonar la high school para irse a trabajar a una cañería y meterse a la
pelota semiprofesional, como campo corto.
Estaba decidido a ir tras las huellas de los peloteros
irlandeses y alemanes que habían llegado a Ligas Mayores, por lo que a sus 17
años, en 1932, firmó con Las Focas sólo que el short era Augie Galan,
considerado de los mejores, por lo que muy seguido estaba en la banca,
alcanzando a ver acción en tres partidos para batear en esa campaña un pobre
.222.
Sin embargo, a la siguiente temporada el mánager lo envió al
jardín derecho y ahí jugó como si hubiera sido todo un veterano.
Más tarde, pasó al jardín central, donde comenzó a demostrar
su enorme capacidad y grandeza: impuso la marca de 61 juegos pegando de hit;
pegó .340 de bateo, dio 28 jonrones y con 169 producidas le dieron los títulos
en cada uno de esos departamentos.
Ya era un héroe local.
Con Connie Mack.
Se había convertido en un éxito de la noche a la mañana. Y
todavía venía lo mejor. Era, sin duda, el máximo representante de los peloteros
de ascendencia italiana que llegaron a EU. Tenía mejor nivel; más que Crosseti,
más que Lazzeri, más que todos.
En 1934 conectó para .341 pero una lesión en su rodilla al
bajar de un taxi, puso en peligro su carrera en el beisbol:
Medias Rojas, Piratas y Yankees querían su contrato y fueron
éstos últimos quienes ganaron la partida, porque buscaban de forma urgente el
talento que reemplazara a Babe Ruth, entregándoles cinco jugadores de Liga
Menor y pagando 25 mil y no los 70 mil dólares que pedían, las Focas.
Su contrato fue uno de los más grandes negocios de la época.
En la transacción, el 19 de diciembre de ese año del 34, los
Yankees también mandaron a Las Focas al infielder De Farrell, a los pítchers
Floyd Newkirk y Jim Densmore; al primera base Les Powers y al jardinero Ted
Norbert.
Lo asignaron en la campaña del 35 al mismo equipo
californiano y ahí de nuevo volvió a demostrar que era calidad pura al acumular
.398 de bateo, pegar 34 cuadrangulares y empujar 154 carreras.
Tal actuación, aumentó entre la fanaticada del Bronx por
verlo jugar en el Yankee Staidum.
Y en realidad, estaban a punto de ser testigos del
nacimiento en Ligas Mayores de uno de los más grandes impulsores de la dinastía
y orgullo Yankee, como ya lo habían hecho Ruth y Gehrig.
Causó gran
expectación
De ahí, la expectación cuando arribó en 1936 con los
Bombarderos y, debido al enorme apoyo de sus compañeros de equipo, no sintió la
presión de comenzar a jugar y vivir en la gran Urbe de Hierro.
Su debut lo hizo como jardinero izquierdo pero fue cambiado
al derecho por su fuerte brazo. Empero, la historia nos cuenta, de manera
trágica, cómo fue enviado al jardín central:
En julio 28, DiMaggio y el central Myril Hoag se lanzaron
por una línea de Goose Goslin, de Detroit, pero chocaron de frente con sus
cabezas. Hoag fue retirado del campo colapsado por un coágulo sanguíneo en su
cerebro y no fue hasta ocho meses después cuando retornó al juego.
DiMaggio fue movido en agosto 1ro. al jardín central y ahí
se mantuvo por el resto de su grandiosa carrera.
En su segundo año, 1937, le fue mejor:
Fue líder jonronero con 46, la cifra más alta en su carrera
y récord para un bateador derecho del
club hasta este 2005 en que lo pasó Alex Rodríguez, en anotadas con 151, total
de bases (418) y en slugging con .673; produjo 151, dio 35 dobles, 15 triples y
promedió .346. ¡Nada!
También quedó en segundo lugar en las votaciones para el
Jugador Más Valioso, título que obtuvo Charlie Gehringer, de Detroit, campeón
bat (.371).
Por supuesto que NY fue campeón del circuito, 13 juegos
arriba de Detroit y, con enorme poderío, repitieron banderín mundial al vencer
a Gigantes de Bill Terry en 5, ayudando con .273 y su primer jonrón en series
otoñales.
“El Valle
de la Muerte”
Ese 1937 dijo que de jugar en un parque más cómodo para
batear y barda más cercana por el jardín derecho, lucharía por pegar ¡70
jonrones!, cantidad que, al paso del tiempo (1998), Mark McGwire lograría para
el nuevo récord, que luego en el 2002 supero con 73 Barry Bonds.
Y es que al jardín
izquierdo del Yankee Stadium se le conocía como “El Valle de la Muerte”, por el
cual pegó cientos de batazos de 400 pies... que fueron outs.
Por ello, su más grande frustración fue en el sexto juego
del clásico mundial del 47 cuando conectó un obús de 415 pies que iba de jonrón
por el izquierdo-centro y fue dramáticamente atrapado por Al Gionfriddo:
Joe, no podía creerlo y, cuando estaba a la altura de la
segunda base, pateó el terreno de coraje y luego ya en su posición en el
jardín, daba vueltas a su alrededor, sin poder aceptar lo que había sucedido.
De todas formas, Nueva York ganaría en dramáticos siete juegos el clásico a
Dodgers de Brooklyn.
Una nueva
era
El nuevo ídolo del beisbol se dio tiempo, ya con dos tronos
mundiales, para actuar en la película “El Carrusel de Manhattan”, donde tuvo su
primera y última aparición pública como cantante, en un pequeño papel del filme
en blanco y negro donde se le ve gallardo, elegante, vestido de traje.
Dentro y fuera del terreno de juego, DiMaggio comenzaba a
ser gran figura nacional, de grata notoriedad.
En 1938, entró en negociaciones y disputa salarial con NY
que le ofrecía 25 mil dólares por temporada, lo cual rechazó y se fue a
entrenar a otro campo fuera del Yankee Stadium, de tal forma que no alineó en
el partido inaugural en Boston.
Incluso se fue al muelle de pescadores, en la bahía de San
Francisco, donde junto con su familia habían inaugurado un restaurant, con
comidas típicas italianas, como uno de los mejores atractivos del área.
Finalmente, capituló ante Jacob Ruppert, propietario de los
Mulos, sin mostrar algún rencor y luego entendió el por qué recibió abucheos de
la fanaticada cuando volvió al terreno de juego: Todavía no terminaba la
recesión económica y había más de ocho millones de desempleados por toda la
Unión Americana.
Con todo y ello, demostró que estaba compaginando la era
DiMaggio: Inspiró a los Yanquis para que lograran su tercer banderín del
circuito en forma consecutiva al pegar .324, impulsar 140 y conectar 32
vuelacercas.
Luego, con cuatro carreras anotadas, un jonrón y .267 de
bateo, ayudó a los Yankees a obtener su tercera corona mundial consecutiva al
limpiar en cuatro juegos a los Cachorros.
Aquel 1938 fue el año en que el gigantón Hank Greenberg, de
Detroit, puso a temblar la marca de 60 cuadrangulares de Ruth (impuesta el 27),
al conectar 58 de cuatro esquinas.
Fue también la campaña del enorme Bob Feller, quien con
Indios impuso marcas en ponches (18) en un juego y de 240 en rol regular.
Cuarto
banderín mundial
En 1939, cuando impactan los filmes “Lo que el Viento se
Llevó”, “El Mago de Oz” y empezaba la II Guerra Mundial, DiMaggio, los Yankees
obtuvieron su cuarta corona seguida.
Joe, logró el título de bateo con .381, el más alto de su
carrera, y el primero de los tres trofeos de Jugador Más Valioso que obtuvo en
su carrera y de nuevo los Mulos aparecieron en el Clásico de Octubre, ahora
ante Cincinnati a quienes limpiaron en 4 y donde ayudó con .313 y otro
cuadrangular.
Yankees llegaban así a 4 banderines mundiales consecutivos,
algo fuera de serie y todos los reflectores giraban en torno a los Yankees y...
DiMaggio.
Fue ese año cuando el locutor de los Mulos, Arch McDonald,
le puso el famoso sobrenombre de “Yankee Clipper” por su majestuosidad en el
fildeo.
Clase y
talento
Como jardinero central era el mejor de todos, con una
gracia, clase, estilo y habilidad increíbles.
DiMaggio se caracterizaba por ser el primero en salir de la
caseta y partía volando hacia el jardín; también era muy inteligente para
correr las bases. Tenía estampa y personalidad y todos los ojos de la
fanaticada estaban fijos en él.
Fue toda una una inspiración y la prueba es que Nueva York
construyó equipos alrededor de este líder del todo impresionante. Así como iba
DiMaggio, así iban los Yankees.
“Era maravilloso contemplarlo y verlo jugar; reflejaba
clase, talento y era el más grande héroe para los chicos de esa época.
Además,
simbolizaba el orgullo Yankee, como antes lo habían hecho Ruth y Gehrig,
imponiendo el nivel de oro del beisbol”, decían periodistas de esos años,
cuando el admirador número uno del jugador casi perfecto, lo fue ni más ni
menos que el presidente Roosevelt.
Tenía también algo que llamaba la atención y que se
calificaba como una rareza en el beisbol: Su forma tan amplia de pararse en
jom. Y todos querían imitarle.
También 1939 significó el retiro de Lou Gehrig con sus 2,130 juegos seguidos.
Y algo más
sentimental:
Un
19 de noviembre de 1939, el mítico jugador de Yankees, Joe DiMaggio, llegaba al
altar con la actriz Dorothy Arnold, su primera esposa. La joven actriz de 21
años y el beisbolista se conocieron durante el rodaje de ‘Manhattan Merry
Go-Round’, película en la que DiMaggio tuvo un breve papel. La pareja tuvo un
hijo, Joe DiMaggio Jr.
En noviembre 19 de ese año, Joe se casó con la rubia artista
de Hollywood, Dorothy Arnold en la iglesia de San Pedro y San Pablo de San
Francisco, mismo lugar donde habían celebrado su primera comunión.
Y en octubre 23, tuvo su único hijo, Joe Jr. Pero, en los
días finales de 1943, se divorciaron y el niño quedó bajo custodio de Dorothy.
En 1940 Yankees se quedó dos juegos atrás de Detroit y uno
bajo del sublíder Indios, para perder la gran racha histórica. Los Tigres cayeron
en la Serie Mundial ante Cincinnati en siete dramáticos juegos.
De todas formas, DiMaggio logró su segundo título de bateo
consecutivo, con .352. Pegó 31 jonrones, impulsó 133, dobleteó 43 veces y tuvo
once triples.
El siguiente verano, cuando el espectro de guerra
ensombrecía a Europa, el beisbol en EU significaba un bálsamo para el espíritu.
He iba a venir algo para la historia:
El gran
récord
1941 le auguraba a DiMaggio algo fuera de serie:
A sus 26 años, medía seis pies y dos pulgadas y 200 libras
de peso. En los juegos primaverales, bateó de hit en los 19 juegos de
exhibición y luego 8 en en los primeros de la temporada regular.
Llegó el 15
de mayo:
Los Yanquis jugaban para .500 (14-14) bajo la dirección de
John McCarthy y en los dos juegos anteriores se había ido de 0-3 contra Bob
Feller y de 0-4 ante Mel Harder. Ahora iban contra Chicago.
McCarthy estaba molesto con el equipo luego de recordar que
un año antes Detroit les había cortado la racha de cuatro títulos de liga y de
Serie Mundial seguidos, de tal forma que los ánimos newyorkinos estaban caídos.
Esa tarde, ante la amenaza de lluvia, el parque concentró a
poco menos de 10 mil aficionados en las tribunas y fue ahí, ante el zurdo
Edgar Smith, “bravo como un bulldog”,
diría Rizzuto, ante quien DiMaggio iniciaría su formidable racha de... 56
juegos consecutivos pegando de hit. Algo formidable, para la historia.
Medias Blancas ganó 13-1 y Joe impulsó con hit la única
carrera de NY.
Al siguiente partido, pegó triple y jonrón de 450 pies... ganó
yanquis y ya llevaba dos juegos pegando de imparable.
El récord para Yankees era de 29 juegos y lo tenían Roger
Peckinpaugh, en 1919, y Earl Combs, desde 1931.
El 17 de junio, ante Medias Blancas, los rebasó, aunque con
una angustia de a buenas por lo que vale la pena contarlo en detalle:
En la séptima no había podido conectar de hit y dio entonces
un rodado por el short que parecía fácil, pero de último momento dio un mal
bote y le pegó al torpedero Luke Appling, quien recuperó la pelota y tiró a
primera pero ya fue tarde.
Sus compañeros esperaban ansiosos lo que se iba a
marcar.
En aquel entonces la pizarra del Yankee Stadium no marcaba
hit o error por lo que todos tenían que esperar la señal desde el palco de
anotación, en donde el periodista Dan Daniel diría su última palabra. Después
de una espera que lució interminable, Daniel levantó la mano para indicar que
era imparable.
Nunca olvidó ese hit ya que fue el único dudoso en toda su
racha. Todavía en la octava, Taft Wright le engarzó un tablazo que parecía
jonrón para un gran out.
Siempre luchó contra el pitcheo de Chicago, irónicamente,
donde inició su gran récord. Ahí dos veces estuvo a punto de perder la racha
por dos rolas de mal bote; primero contra Appling y luego frente al tercera Bob
Kennedy. Ante el derecho de los Sox, Johnny
Rigney, se fue de 1-3, 1-5, 1-4 y 1-3.
Por poco
y...
DiMaggio, siete veces llegó a su última oportunidad al bat
sin conectar de hit, pero lo más dramático ocurrió en el partido 37 frente a
los Cafés de SL en junio 26:
El lanzador de submarinas Eldon Auker lo había dominado en
tres ocasiones y al cerrar la octava Joe era el cuarto bateador del ining,
ganando Yankees por dos carreras.
Con un out, Red Rolfe recibió base y el siguiente bat, Tommy
Henrich, temiendo batear para doble play volteó a ver al mánager Joe McCarthy y
le preguntó si podía sacrificarse. “Adelante, hazlo”, le dijo y así ocurrió, lo
que le dio oportunidad al Clipper de venir al bat y... pegar doblete al primer
envío. ¡Uff!
La presión era muy fuerte, tanto que hasta el torpedero Phil
Rizzuto se pegaba un chicle debajo de su gorra para la buena suerte. Sus
compañeros sufrían cuando pasaban los inings y no podía conseguir imparable.
Todo mundo estaba pendiente de su racha. Los periódicos y la
radio le seguían partido tras partido. El público, le acosaba en todo lugar
para pedirle un autógrafo.
Joe mejor optaba la mayoría de las veces por quedarse
escondido en su departamento y, en las giras, en su cuarto de hotel.
Una vez su compañero Johnny Murphy lo encontró en la última
fila del cine Broadway. Evitaba que el público lo viera.
Ir a un restaurante, significaba que sus admiradores le iban
a maltratar su ropa. Por eso en las giras comía en su cuarto. Algunas veces, al
abrir la puerta, tenía enfrente hasta 50 muchachos en espera del autógrafo.
El lugar más seguro para él, sin duda, era el parque de
pelota en donde los fanáticos no podían llegar, ni al vestidor ni al terreno.
DiMaggio solía vestirse despacio antes de los juegos y todavía más lento al
terminar el partido. Incluso, llegaba a beberse hasta 23 tazas de café en cada
jornada.
Según Phil Rizzuto, DiMaggio tenía una forma especial para
descansar durante el juego: Cuando no le tocaba batear, se sentaba
tranquilamente cruzando las piernas y con los ojos semicerrados y siempre
escogía el mismo lugar, cerca del pasillo de donde se salía ocasionalmente para
darle unas chupadas a un pitillo.
En esos días, de haber estado ya la televisión, las cámaras
hubiesen captado en el dougout a un DiMaggio nervioso, tomando café y fumando
cigarros entre los innings.
De hecho, algunos de sus compañeros se atreven a decir que
Joe no hizo muchos amigos cercanos en el equipo y que con frecuencia sufría de
insomnio y de úlcera.
En realidad, la presión durante la racha, le afectaba más al
ir al fidear “pero era imposible quitarme de la cabeza lo que estaba
sucediendo”.
Por fuera del parque, procuraba no hablar del asunto. Solía
guardarse todo por dentro. Incluso, nunca fue expulsado de un partido.
Una vez, dudó de un strike que le cantaron y por ello miró
hacia atrás, pero el umpire le dijo: “Te juro, Joe, que fue un strike”.
En los viajes largos por tren, la mayoría de los yanquis se
juntaban para platicar, pero DiMaggio casi siempre estaba solo, sobre todo si
la conversación no era de beisbol.
DiMaggio era por demás especial. Incluso, por su forma de
ser, nunca le daba por hacer bromas a sus compañeros o simplemente payasear
dentro y fuera del campo de beisbol.
El 29 de junio, en Washington, empató y superó en un doble
juego la marca moderna de 41 juegos, impuesta en la Americana por George Sisler
en 1922. En el primer partido le pegó doble al nudillero Emil “Dutch” Leonard
en el primer y, en el segundo hit al relevista Arnold Anderson.
Sisler, diría: “Este hombre todo lo hace natural. No es
cuestión de suerte su racha, simplemente es un gran bateador”.
Dos días después, volvió a hacer historia:
Con un jonrón sobre el derecho Heber “Dick” Newsome, de
Medias Rojas, terminaría con una legendaria marca de 44 juegos consecutivos
pegando de hit que prevalecía desde 1897 y que poseía en la Nacional Wee Willie
Keeler, de los Orioles, en aquella época del beisbol del siglo pasado que tenía
otras reglas, como aquella de que un foul no contaba como strike y que los
guantes y los bats eran muy distintos, entre otras cosas.
Le robaron
el bat
Cuando impuso marca de 45 juegos seguidos pegando de hit
alguien le llamó por teléfono para decirle que sabía dónde estaba el bat que
había extraviado días antes. En tanto había estado utilizando el de Tommy
Henrich. (En esos días cada pelotero tenía un solo bat).
La voz anónima le comunicaba que un amigo suyo lo había
robado para presumir que era de su propiedad, pero que ahora quería devolverlo.
Joe le dijo que no había problema alguno y cuando llegó al
parque el 4 de junio, lo encontró en el vestidor. Se sintió feliz y se mostró
ansioso por probarlo de nuevo.
Al siguiente día, de sol en Nueva York, frente a Atléticos
de Filadelfia, conectaría con ese bat su jonrón 19 de la campaña.
Otra ocasión, Johnny Babich le dio boleto intencional en su
primer turno y luego quiso repetirlo en el segundo: “Me alejé unas cuantas
pulgadas, y cuando llegó la pelota, se la conecté entre sus piernas. Nunca me
sentí más satisfecho”.
Todo
terminó en Cleveland
Con todo y ello, DiMaggio seguía “caliente con el bat”,
acaparando todos los comentarios y titulares a pesar de que “El Gran
Escupidor”, Ted Williams, estaba a punto de convertirse en el último pelotero
en batear arriba de los .400.
La tarde del 16 de julio en Cleveland unos 15 mil eufóricos
aficionados no se imaginaban que iban a presenciar los últimos tres hits que
coleccionó en su enorme racha ya que todo terminaría al siguiente partido:
Y así fue:
El 17 de julio ante 67,468 fanáticos, la entrada más grande
de la temporada en el estadio Municipal del Lago Erie, no pudo conectar de
imparable frente al abridor, veterano de 33 años, Al Smith (12-13 ese año) y el
relevista Jim Bagby Jr. (9-15), quienes fueron ayudados por dos geniales
atrapadas del tercera Ken Keltner, de Cleveland.
Esa noche, con pasto mojado porque horas antes había
llovido, Keltner le jugó profundo y pegado a la línea izquierda ya que Joe
nunca tocaba la pelota:
“Bien, dos veces envió sus balazos pegados a la raya. Tuve
que jugar a guante volteado las dos veces, componerme y tirar a primera. Lo
saqué out por una pestaña, en ambas ocasiones”, dijo Ken después del histórico
partido que lo lanzó a la fama como héroe... ¿O villano?
Esa noche hubo otro momento, dramático, que pudo haber
cambiado la historia:
En la octava, frente a Bagby (murió en 1988 de cáncer a los
71 años de edad y no hablaba desde 1982 cuando le extirparon la laringe
maligna), pegó una línea al short Lou Boudreau, pero en el último instante la
pelota tuvo un bote extraño y pasó por encima de su hombro.
Parecía el
hit 57, pero...
Rápido como era, tomó la esférica que se anidaba en su oreja
y a mano limpia la depositó en segunda base para iniciar una doble matanza... y
adiós racha. Todo había acabado: Se había ido de 3-0, con una base por bolas.
Boudreau, quien más tarde sería mánager de Cleveland, cuando
Beto Avila jugó en Ligas Mayores y en aquel 1954 en que se coronó campeón bat
(.341), había hecho una de sus clásicas jugadas.
Pero fue Keltner el que salió del estadio bajo escolta
policiaca pues había cientos o miles de seguidores de DiMaggio en Cleveland.
(NY. ganó ese partido 4-3).
Lo cierto es que al siguiente juego después de establecer el
gran récord, DiMaggio inició una nueva de 17, lo que quiere decir que hubiese
terminado con ¡73 juegos consecutivos pegando de hit!
Joe DiMaggio vislumbraba una nueva era en esta especialidad;
había terminado con la legendaria marca de
Wee Willie Keeler y, antes, de
George Sissler.
Joe le dio el crédito de su notable récord a sus compañeros
de equipo, pero sí recordó aquella famosa frase creada por Keeler, “Dales donde
no están”.
Cuando sus 56 hits, el gran Yankee acumuló .408 y sólo
abanicó la brisa... 5 veces. De hecho, en la temporada sólo se ponchó trece
veces y recibió 76 bases. Rara vez abanicaba la brisa.
En cuatro de los 56 juegos, llegó a tener jornadas de 4-4,
con 35 extrabases y en 34 veces se fue solo con un hit.
En ese período, pegó .364 en sus primeros 30 juegos y .457
en los siguientes 26; en total coleccionó 91 hits, pegó 15 jonrones, 6 dobles,
4 triples, empujó 55 carreras y recibió 21 bases.
Todo, frente a 47 lanzadores diferentes, en tanto que NY
tuvo 41-13 para porcentaje de .750. (dos juegos terminaron empatados).
DiMaggio finalizó la campaña con .357, tercero de la liga y
segundo porcentaje más alto en su carrera; encabezó a la Liga en producidas con
125, fue sublíder en dobles con 43 y cuarto en jonrones con 30. Logró también
once triples.
Ese gran truco le hizo ganar su segundo título de Jugador Más
Valioso con todo y que en el mismo período de la racha, Ted Williams logró .412
de bateo y terminaría con porcentaje de .406, la última cifra ofensiva más alta
en Ligas Mayores). También superó a Bob Feller, que había ganado 25 juegos para
Cleveland.
Yankees, claro está, bajo la estrategia del genial mánager
John McCarthy, fue el campeón del 41: terminaron 17 juegos sobre Boston y en
cinco acabaron con Dodgers, quienes volvieron al clásico desde la última vez,
en 1920.
Fue la serie que daba inicio a la acérrima rivalidad entre
Yankees y Dodgers de Brooklyn y en la que el catcher Mickey Owen cometió un
fatídico pasbol que permitió a los Mulos levantarse en el cuarto choque de una
desventaje de 4-3 para ganar 7-4 y ponerse en el clásico arriba en el clásico
3-1.
Cabe recordar que Pete Rose, en 1978, con Rojos de
Cincinnati fue el último pelotero que más se acercó a la gran marca, al
conectar de hit en 44 juegos seguidos.
El gran Clipper no se sorprendió por el esfuerzo que puso
Rose en alcanzar su récord, pero afirmó que luego le molestó su actitud cuando
su cadena de hits llegó a su fin:
“Pensaba que Pete podría hacerlo. Tenía muchas cosas a su
favor, como ser un excelente pelotero, gran poder y capaz de batear en
cualquier cancha. Pero no me gustó el hecho de que cuando fue detenido en su
intento, acusó al lanzador por no haberle lanzado una bola rápida al centro”.
Joe DiMaggio siempre dijo que todos sus hits fueron
legítimos y que de ninguna manera recibió tratamiento especial de los
anotadores oficiales durante su época.
Y en cuanto al futuro de su récord, siempre ofreció la misma
respuesta que dio el 17 de julio de 1941: “Alguien lo romperá. Bueno, al menos
he estado diciendo esto desde hace muchos años...”.
Inspiró a
Hemingway
Inspiró a la orquesta de Les Brown que puso de moda en 1941
la melodía “Joltin Jo DiMaggio” y luego a Simon and Garfunkel en 1968, con
“Señora Robinson” que hacían alusión a él; casó con Marylin Monroe y Ernest
Hemingway lo utilizó como símbolo en su obra literaria “El Viejo y el Mar”:
“Ten fe en los Yankees”;
ten fe en los Yankees, hijo mío. Ellos
tienen al gran DiMaggio”, dijo Hemingway en su obra legendaria.
Ya era el “Joltin Joe” de Estados Unidos.
DiMaggio fue hizo comerciales para televisión como Mr Coffee
(Sr. Café) y el de corn flakes Wheaties, muy popular en los cuarentas, además
de convertirse en parte del vocabulario de la familia estadounidense.
Bill Robinson, el famoso bailarín de aquellos años, era gran
fanático de los Yankees y solía bailar pasos de tap entre las entradas sobre la
caseta del equipo para darle buena suerte.
En Ontario unos miembros de la comunidad italiana formaron
un nuevo club llamado Davedi en honor a Dante, Verdi y DiMaggio.
El director de Deportes del principal periódico de San Luis
le sugirió al mánager McCarthy que DiMaggio cambiara el número 5 que usaba por
el de 56 para recordarse a todo mundo su hazaña, pero no estuvo de acuerdo.
También ese año fue elegido uno de los 10 hombres más interesantes
de EU.
Bueno, qué decir de que fue el primer pelotero de Ligas
Mayores en alcanzar al terminar la campaña del 48 el contrato anual más alto de
la historia: 100 mil dólares.
Una corona
otoñal más...
En 1942, tras el bombardeo japonés en diciembre del 41 sobre
Pearl Harbor, Estados Unidos decidió participar en la II Guerra Mundial.
DiMaggio tuvo en ese año la única temporada en que jugó
todos los partidos del rol regular y colaboró con .305 de bateo, 21 jonrones y
114 producidas.
Esa temporada con 43, 750 dólares logró uno de los dos
salarios más altos de Ligas Mayores ya que Ted Williams ganó 40 mil con Medias
Rojas.
Nueva York perdió a Johnny Sturm y al jardinero Tommy
Henrich porque se enlistaron en el Ejército; aun así ganaron el banderín (sexto
en siete años) con 103 victorias y ventaja de 9 juegos sobre Boston y se fueron
a la Serie Mundial, ahora ante Cardenales, que sorprendieron ganándoles en 5
juegos apoyados en Enos Slauhter, el novato Stan Musial, Terry Moore, Walter y
Morton Cooper y Johnny Beazley.
Los Yankees empezaron ganando con Red Ruffin superando a
Morton Cooper, pero luego los Cardenales apantallaron con cuatro victorias en
línea.
Joe bateó .333, su segundo promedio más alto en Clásicos de
Otoño, sólo superado por el excelente .346 que tuvo en 1936.
Entre 1943 y 1945, estuvo en el Servicio Militar, con un
sueldo de 21 dólares mensuales y jugó beisbol para beneficio de los soldados.
Nunca fue al frente de guerra, como sucedió, por ejemplo, con Ted Williams,
quien participó en varios combates aéreos.
A Joe lo substituyó en el jardín central Johnny Lindell,
quien en esa campaña sólo conectó 4 cuadrangulares, empujó 51 y bateó alrededor
de .245. De todas formas N.Y. volvió a ganar el campeonato y en el Clásico de
Octubre se enfrentó de nuevo a Cardenales venciéndolos en cinco partidos.
Su retorno
del Ejército
En 1946, junto con Phil Rizzuto, Charlie Keller, Joe Gordon
y Henrich, DiMaggio regresó a los Yankees ya como un veterano de 31 años de
edad; tuvo problemas para ponerse en forma y una lesión en su talón izquierdo
le hizo perder muchos juegos, sin que nunca cesara el dolor. Además, N.Y., no
estaba en su mejor nivel, lo que aprovechó Boston para llevarse el banderín.
DiMaggio escuchó abucheos en su propio parque y es que la
fanaticada esperaba milagros de él. Sin embargo, aceptó las críticas como un
verdadero campeón. Muchos comentaron que su estadía en el Ejército le había
vuelto más tranquilo, más humano. Ahora era más fácil conversar con el gran
Yankee Clipper.
Fue el único año en que no pudo terminar arriba de los .300
de bateo. Concluyó con .290, 95 producidas y 25 jonrones.
Sin embargo, en el 47 volvió a brillar.
Fue el año del arribo de Jackie Robinson a Ligas Mayores
para terminar con la barrera racial que no daba la oportunidad a cientos de
talentosos peloteros negros de jugar en la Gran Carpa, como sucedió, por
ejemplo, con el legendario Satchel Paige, quien tardó en llegar (a Indios) por
un lapso de ¡20 años!
Con todo y que fue operado del talón en febrero en un
hospital de Baltimore y vio acción hasta el quinto juego de la temporada, en su
primera vez al bat... conectó jonrón.
Para el 5 de junio, DiMaggio bateaba .368, con una racha de
17 juegos consecutivos pegando de hit.
No escarmentaba el gran Joe.
Seguía con el bat haciendo sus
diabluras.
Ese año pegó para .315, 20 jonrones y 97 impulsadas. ¡Y solo
cometió un error!
Por un voto, le ganó a Ted Williams el trofeo de Más Valioso
de la Liga Americana, el tercero de su brillante carrera.
Serie
Mundial... por TV
Finalmente fue otra vez la bujía para que Nueva York ganara
el título del circuito y la Serie Mundial a Dodgers de Brooklyn en siete
partidos, ya dirigidos por Buck Harris.
Ese Clásico, siempre será recordado: Fue el primero que se
grabó y transmitió por televisión (por la cadena NBC), en blanco y negro, en la
historia de Ligas Mayores.
La nueva tecnología, había impactado y capturando a la
fanaticada y además, con resultados económicos del todo favorables; incluso
para la radio por sus derechos de transmisión.
Williams
por DiMaggio
Esa temporada, después de una buena trasnochada, los
co-propietarios de Yankees y Boston, Dan Tooping y Tom Yawkey, acordaron un
cambio por demás inusitado: ¡DiMaggio por Ted Williams!, pero ya sobrios al
siguiente día reconsideraron la negociación.
Y es que Yawkey no andaba muy errado:
Después del Rey George III, DiMaggio fue la más grande
tormenta para Boston. El conectó de visitante en el Fenway Park 29 jonrones de
por vida, de modo que imaginemos cuántos hubiese pegado de haber jugado con
Medias Rojas.
En el 48 los problemas físicos volvieron:
Inició bien la campaña pero comenzó a sentir un dolor en el
pie derecho, que casi le era insoportable. Aún así, salía al campo de juego a
darlo todo.
Los Yankees estuvieron metidos en la pelea hasta el final
con Medias Rojas y Cleveland, pero fueron eliminados en el penúltimo día de la
temporada, en Boston.
El Yankee Clipper jugó el último partido y conectó cuatro
hits. En la novena conectó un batazo de aire contra la barda del jardín
izquierdo y se tuvo que parar en primera para un largo sencillo.
“Cuando caminaba,
parecía como si alguien me puso un picahielo en el talón”, recuerda.
Ese año terminó con .320, lejos del .369 del campeón bat,
Ted Williams, pero encabezó al circuito en jonrones (39) e impulsadas (155), su
cifra más alta desde 1937.
Fue la vez en que más cerca quedó de llevarse la Triple
Corona de bateo y, como recompensa tras pedir 70 mil por compaña, los Yankees
le firmaron por ¡100 mil! para convertirse en el mejor pagado en la historia de
Ligas Mayores.
Lou Boudreau que llevó al banderín a los Indios, ganó el
título de Jugador Más Valioso, pero los cronistas nombraron a Joe, Jugador del
Año.
Siguen las
lesiones
Al término de esa temporada, DiMaggio fue de nuevo al
hospital para una nueva operación (en noviembre), de tal forma que al comenzar
los entrenamientos en febrero de 1949, sentía fuertes dolores y no pudo jugar
en los partidos de exhibición. Su talón le dolía constantemente y, la campaña en
puerta, le iba a ser por demás turbulenta.
Sus lesiones, eran ya noticia nacional.
El 4 de mayo murió su padre y viajó a San Francisco en
muletas para asistir al funeral. Y mientras se recuperaba de la lesión, se
mantuvo casi siempre recluso en el hotel, viendo solamente a sus amigos más
íntimos y a uno que otro reportero.
Muchos pensaban que no podría volver a jugar y que ya estaba
acabado para el beisbol. Sin embargo una mañana salió de la cama y al ponerse
las pantuflas notó que el dolor había desaparecido.
El 14 de junio los Yankees regresaron de gira y acudió al
estadio para su primer entrenamiento en mucho tiempo y fue tanta la práctica de
bateo que terminó con las manos ampolladas.
Pero ya estaba listo para su retorno después de 65 juegos de
temporada, aunque antes de ver acción fue con un ortopedista que le diseñó un
zapato de beisbol para proteger su pie averiado.
Casey Stengel, era el nuevo mánager de Nueva York. Y como
timonel Yankee, también comenzará a escribir notables páginas de oro en el
beisbol.
Yanquis tenía serie contra Boston. Joe tomó el avión y a
partir de la segunda entrada del primer juego, en medio de gran ovación,
tendría una reaparición a su estilo: hit y cuadrangular. En total, durante los
tres juegos, batearía cinco hits, cuatro de ellos jonrones para .455; nueve
producidas y 17 bases conseguidas.
Más tarde, confesaría que esa fue la mejor serie de su vida
y cuando llegó al Yankee Stadium lo esperaban miles de telegramas y cartas que
lo felicitaban por su gran retorno.
Al finalizar la campaña, Boston iba a jugar dos partidos en
Nueva York y con uno que ganara, era el campeón. Pero Yanquis triunfó
dramáticamente 5-4 el sábado y 5-3 el domingo con todo y que DiMaggio traía una
tremenda gripa y temperatura de 104; pero aun así, no quiso perderse la
contienda diciendo que iba a estar con su equipo hasta el final.
Su señora madre, quien estaba muriéndose de cáncer, había
llegado a NY junto con Joe Jr., convirtiéndose en el centro de atracción ya que
su otro hijo, Dominic, estaba con Medias Rojas.
Un reportero le preguntó que si a quién le iba, y contestó
que a favor de los dos, pero que le gustaría que ganara Dom ya que Joe había
triunfado demasiado.
El día de la coronación, los Yankees le tenían preparado un
homenaje a DiMaggio, quien recibió muchos regalos, como un cadillac, una lancha
de motor, un televisor, joyas, relojes, un auto y una bicicleta para su mamá e
hijo, entre otros valiosos obsequios que le hicieron llorar por segunda vez en
su vida de adulto; como sucedió en la despedida de Gehrig. Sólo alcanzó a decir
“Gracias al buen Dios por haberme hecho
jugador de los Yanquis”.
Primer
juego nocturno
Yanquis ganaría el clásico Mundial en cinco a Dodgers, en
una Serie otoñal que trascendería por algo inusitado el 9 de octubre en el
Ebbets Field de Brooklyn:
El partido del quinto juego llegó a la novena entrada
ganando Yanquis 10-6 y las tinieblas envolvieron al viejo estadio de los
Esquivadores. Surgió entonces la orden del Alto Comisionado A.B. “Happy”
Chandler de ¡Prendan las luces!... y
a la historia, con el primer juego nocturno de Ligas Mayores.
Joe tuvo un pobre .111 de bateo, pero conectó uno de los dos
cuadrangulares que N.Y. conectó en la Serie que ganaron 4-1.
Ese año fue junto con un equipo de estrellas de Ligas
Mayores a jugar al Japón, acompañándole su hermano Dominic. Miles y miles de
aficionados les rindieron gran recibimiento por el aeropuerto y principales
avenidas de Tokio.
Joe DiMaggio era el más famoso americano después de Douglas
McArthur.
Y cuando conectó un panorámico cuadrangular, los aficionados
japoneses gritaron al unísono “¡Bansai,
bansai, DiMaggio!”.
Amigo de
“Cantinflas”
Mario Moreno “Cantinflas”, sin duda, fue uno de sus grandes
amigos, de tal forma que no tuvo dificultad alguna para invitarlo a que ese año
del 49 estuviera presente en una de las presentaciones de su obra teatral “Yo
Colón”, en la que el gran mimo hablaba sobre el Descubrimiento de América.
La obra se estrenó con gran éxito en el Teatro Insurgentes
de la Ciudad de México y luego continuó en el Teatro Lírico donde seguían los
llenos y, precisamente, sería en ese escenario, antes del segundo acto, cuando
presentó al notable pelotero.
Pidió un momento de silencio y dijo:...“a un amigo mío al que mucho admiro y es el mejor jugador de béisbol que
hay en el mundo. Señoras y señores, está con nosotros, en esta sala, el
formidable jugador de los Yanquis de Nueva York, Joe DiMaggio”.
Y allí estaba en el escenario, impecablemente vestido, alto,
fuerte. Abrazó a “Cantinflas”, le dio la mano y saludó al público levantando su
brazo derecho con su eterna sonrisa y luego regresó a su asiento para que
continuara la obra.
Al día siguiente DiMaggio se fue a pasear varios días a
Acapulco y en un centro nocturno le tomaron una foto cuando la exótica y
bailarina Olga Chaviano, una belleza morena, le sacó a bailar, a dar unos pasos
en el tablado ante el entusiasmo de los ahí reunidos.
En ese 1949 también se exhibió la película “La Historia de
Monty Stratt”, donde DiMaggio aparece en una escena conectando un cuadrangular.
Ese film llegó a la Ciudad de México en septiembre de ese año y abordó la vida
de aquel excelente pitcher quien en plena juventud, cuando brillaba con Medias
Blancas de Chicago, le fue amputada una pierna a causa de un accidente de
cacería.
Se acercaba
el final...
En 1950 se las arregló para batear .301, traer a jom 122,
pegó 32 jonrones, 33 dobletes y 10 triples. Fue
campeón en slugging, con .585.
Los Yankees retornaron a la Serie Mundial y limpiaron en
cuatro a los Filis. DiMaggio pegó .308 y un jonrón.
Pero, se estaba acercando a su final.
El gran “Clipper” ya no jalaba tanto la pelota para el
izquierdo, como solía hacerlo en antaño con aquella gran facilidad y, sus
reflejos, eran lentos.
Ya no era el mismo.
Su último
juego
1951 sería su último año como pelotero activo. Incluso el
Life Magazine, reportó que Joe estaba listo para colgar los spikes. Esa
temporada bateó sólo .263 con 12 jonrones y 71 impulsadas.
El 3 de julio jugó la primera base, única vez en sus 1,736
partidos de por vida que vio acción fuera del jardín. Joe Collins pasaba por un
slump y Tommy Henrich, estaba lesionado. “Si
alguien me enseñan donde está la primera base, estoy listo”, dijo en broma.
Un mes más tarde, en medio de un slump, lo colocaron de
quinto en el orden al bat y luego banqueado, por primera vez en su carrera
ligamayorista. El 6 de julio, fue reemplazado en el jardín por el reservista
Jackie Densen... algo pasaba.
Con todo y ello, Yanquis fue a la Serie Mundial, pero
DiMaggio tuvo de 11-0 en los primeros tres juegos y Gigantes que habían pasado
al clásico ante Dodgers con aquel dramático jonrón de Bobby Thompson al cierre
de la novena y que “dio la vuelta al
mundo”, habían ganado ya dos partidos.
Casey Stangel no se animó a sentarlo. De ninguna manera. En
el cuarto juego en la primera entrada le pegó a Sal Maglie un batazo por el
jardín izquierdo que se fue hasta el segundo piso de las gradas del Polo
Grounds, pero la pelota cayó fuera del terreno de fer. Dio otros cuatro fouls y
luego una curva del “Barbero”, lo ponchó.
En la tercera Joe dio hit y en la quinta... jonrón. Yogi
Berra estaba en primera y parecía que él había pegado el cuadrangular. Le
esperó en el plato y lo acompañó abrazado hasta la caseta donde lo estaban esperando
sus compañeros. Sería su último vuelacerca.
En el quinto partido conectó par de sencillos y un doble.
Parecía que volvía por sus fueros, como antaño. Y claro, NY ganó los juegos
cuarto, quinto y sexto para otro banderín mundial.
En el sexto y último partido, DiMaggio recibió dos bases y
al cierre de la octava frente a Larry Jansen, su última oportunidad al bat en
el año y de su vida... pegó doblete al callejón del right-centro, que de haber
estado bien de sus piernas y su espalda, habría sido triple. La gente, lo
seguía ovacionando. Sabía que ese día, 6 de octubre, Joe se marcharía del
beisbol.
Enseguida, Gil McDougald trató de enviarlo a tercera con
sacrificio, pero Jansen fildeó rápido y lo sacó en tercera. DiMaggio se levantó
después de la barrida, se dio un golpe al uniforme para quitarse el polvo y
regresó a la caseta. Los aficionados de nuevo se pusieron de pie para darle
despedida de rey y muchos gritaban que lo querían de regreso en el 52.
Pero ya no fue así.
Dos semanas después, anunció su retiro. Tenía 37 años de
edad y entonces, en rueda de prensa, dijo: “Cuando
el beisbol deja de ser diversión, ya no es un juego. Así que he jugado mi
último partido”.
DiMaggio finalizó su carrera de 13 años con .325, 361
jonrones y 1,537 producidas. Ganó tres veces el título de Jugador Más Valioso y
dos de bateo.
Fue parte de nueve banderines mundiales (Yogi Berra logró
10) con Nueva York, que con DiMaggio en la alineación, tuvo 37-14 en las series
otoñales.
En diez series mundiales bateó .271, con 8 jonrones y
grandes atrapadas en sus 41 encuentros. Vio acción en todos los 13 años de su
carrera. En sus 13 años con Yankees, vio acción en once Juegos de Estrellas.
Nunca fue expulsado de un juego.
A
Cooperstown
En tanto, en la primavera de 1952, un jovencito de Texas, de
19 años llamado Mickey Mantle, aparecía en el firmamento del Yankee Stadium.
Empezaría otra dinastía... otra era. Y grandiosa.
Cuatro años más tarde, en una tarde soleada de verano en
Cooperstown, Nueva York, el legendario Joe DiMaggio fue aceptado oficialmente
miembro del Salón de la Fama en el primer año en que su nombre fue considerado.
Y cuando su discurso, el gran “Joltin Joe” habló
graciosamente de sus compañeros, de su mánager y de las lecciones que aprendió
en el beisbol.
Su número 5 también fue retirado por los Yankees, para
unirse a los de Ruth (3), Gehrig (4), Mantle (7), Berra y Billy Dickey (8),
Roger Maris (9), Phil Rizzuto (10), Thurman Munson (15), Whitey Ford (16), Don
Mattingly (23), Casey Stengel (37) y Reggie Jackson (44).
Se le había ido al beisbol uno de sus mejores héroes de
todos los tiempos, pero se agigantaba su leyenda.
Disminuyeron entonces sus apariciones públicas, excepto en
Juegos de Veteranos y cuando lo invitaban a lanzar la primer bola de juegos inaugurales
o de Series Mundiales, luciendo siempre sencillo, ergido, elegante y una
personalidad como pocas.
Se refugió en su restaurant de San Francisco y buscó
alejarse de la fama que lo perseguía. Nunca llevó su personalidad más allá del
campo de juego. Era beisbolista y ese era su contexto.
Su actitud hacia ser observado como una celebridad, la
resumió en una respuesta a la pregunta de si sabía que aquella racha de los 56
juegos pegando de hit capturaría la atención de todo el país: “No tengo la menor idea. Es algo que sucedió
y me tocó a mí ser el protagonista”.
Aparece Marilyn
Monroe
Mientras que un juez le negaba a Dorothy la petición de más
ayuda económica de parte de DiMaggio a Dorothy, en otro juzgado aplicaban una
sanción por infracción a las leyes de tránsito a... Marilyn Monroe.
Dos estrellas, dos celebridades, se habían conocido y, Joe, el gran ídolo de millones de admiradores, se había
enamorado de la bella rubia y empezó la corte amorosa.
Ella soñaba que con alguien que la quisiera, alguien que le
hablara de amor y la llenara de atenciones y halagos. DiMaggio era todo un
caballero y le hizo sentir todo eso, por lo que Marilyn se enamoró,
posiblemente por primera vez.
Así, el 14 de enero de 1954 se casarían casi en privado el
más famoso jugador de beisbol y la más famoso sexi estrella para irse de luna
de miel a Japón con las cámaras de televisión encima, con todo y que por su
timidez e incomodidad ante la fama Joe buscaba la privacidad. Y más, claro
está, al lado de Marilyn.
Se unían dos íconos de la vida estadounidense.
En esos días, junto con otros peloteros de Ligas Mayores,
Joe visitó en hospitales y en Vietnam a los soldados heridos para saludarlos,
darles ánimos y desearles su recuperación, recordando sus días en Corea. Daba
gran alivio su presencia, ya que, después de todo, simbolizaba el orgullo
Yankee.
Una ocasión, Marilyn, quien también visitaba a las tropas
estadounidenses para entretenerlos con su canto, encanto y presencia, le
preguntó si sabía lo que se sentía estar frente a unas 50 mil personas, a lo
que le contestó... “Sí, sí lo sé”.
Sin embargo, el matrimonio no iba a durar mucho tiempo. Para
empezar, le disgustaba verla en papeles demasiado atrevidos y sexuales y aun
cuando aceptaba que fuera actriz, tenía una pobre opinión de la industria del
celuloide porque sentía que la explotaba.
Como buen latino, no comulgaba con aquello de que todos los
hombres compartieran las cualidades físicas de su mujer. Odiaba que tuviera que
exhibirse. Sentía que la veían con deseo. Y... no era para menos.
Seguramente nunca olvidó aquel saludo de Marilyn al
presidente Kennedy en el Madison Square Garden de Nueva York, cantándole el Happy birthday con un vestido ajustado y
transparente que no dejaba nada a la imaginación y que quedó entre los momentos
más destacados del siglo XX.
Una ocasión, acompañado de Frank Sinatra, hizo su entrada a
un hotel y llegó hasta su cuarto cuya puerta rompió ya que tenía la seguridad
de que Marilyn estaba ahí con un hombre. La pareja que ocupaba la habitación
por poco y muere del susto y él no hallaba la forma de disculparse.
Marilyn le quería hacer entender que sólo a él le amaba y
que exhibirse era parte de su trabajo. Incluso deseaba de todo corazón tener un
hijo, pero la naturaleza le había negado la maravilla de la maternidad. Algo
había mal en su organismo que se lo impedía.
Cuando aquella famosa escena que se repitió más de dos
ocasiones sobre un respiradero del metro de Nueva York, en la esquina de
Madison y Séptima Avenida, en que a Marilyn se le levantaba la falda frente a
una multitud de curiosos que presenciaba la filmación, (The seven year
itch), decidió que ya era suficiente y
pensó en el divorcio.
Ya había había notables diferencias en temperamentos, gustos
y estilos de vida entre ambos, como para seguir viviendo bajo el mismo techo.
Llegó lo inevitable ante los tribunales de California del
sur:
De acuerdo a las bases usuales ordinarias de crueldad
mental, un juez declaró nulo el matrimonio con todo y que lo lamentaban,
decidiendo no llegar a ninguna disputa por propiedad o finanzas entre ambas
partes.
Marilyn se hundió en la depresión. Se había ido de su lado
la única persona que había amado y se sentía sola y triste. DiMaggio, por su
parte, había declarado que la amaba más que a nadie, pero que sería incapaz de
seguir viviendo a su lado sabiendo que la exponían como carne en un mercado.
DiMaggio sólo estuvo casado con Marilyn 274 días. Del 14 de
junio al 27 de octubre.
Joe y MM en Puerto Peñasco.
Después Marilyn contrajo nupcias con el escritor Arthur
Miller, uno de los más famosos intelectuales de los Estados Unidos. Sin embargo
éste comenzó a hablar y escribir despectivamente de ella, por lo que el
divorcio no se hizo esperar en 1961 y una vez más quedaba sola y con problemas
emocionales.
En esos días, DiMaggio siempre le acompañó como amigo y
había rumores de segundas nupcias. Pero su temperamento tranquilo no ayudó ni
era el remedio para la necesidad compulsiva de amor que ella necesitaba.
Más tarde, la noche del 5 de agosto de 1962, la historia nos
cuenta la muerte a sus 36 años de edad, al parecer por una sobredosis de
barbitúricos, dejando sin embargo una profunda tela de duda su muerte por su
relación reciente que había tenido con el Ministro de Justicia Robert y su
hermano el Presidente John F. Kennedy.
Un observador diría en esos días en torno a Joe: “Ha sido su peor derrota en una vida llena
de triunfos”.
Después de su muerte, durante un lapso de 20 años, DiMaggio
le estuvo mandando rosas rojas a su tumba dos veces por semana, pero dejó de
hacerlo cuando se hizo público por la prensa.
Él se hizo cargo de los servicios funerales y no pasaron más
allá de 30 invitados, sin que se observara la presencia de celebridades. Ahí
estuvo su hijo Joe Jr., con su uniforme de la Marina.
Su gesto de darle una ceremonia fúnebre de toda digna y el
envío en secreto de rosas rojas y su repentina interrupción, sugieren, sin duda
alguna, la verdadera profundidad de los sentimientos hacia Marilyn Monroe.
Más tarde, en su restaurant, los aficionados podían
saludarlo y platicar con el... siempre y cuando no preguntaran sobre Marilyn.
Tutor de
una dinastía
Oakland, en
1968 tuvo en DiMaggio un nuevo coach de bateo. Y aunque era conocido como
“vicepresidente”, en realidad su trabajo consistía en ser un tutor de las
futuras estrellas del equipo, como Reggie Jackson, Sal Bando, Joe Rudi y
compañía.
Y los resultados saltaron de inmediato:
De un último lugar, los Atléticos subieron al segundo puesto
y más tarde, en 1971, lograron el título de su división para luego caer en tres
partidos en el play off ante Baltimore.
Sin embargo, Oakland lograría, a partir de 1972, tres
títulos mundiales consecutivos, inspirados por Jackson, Jim Hunter, Vida Blue,
“Blue Moon” Odom, Ken Holtzman, Rollie Fingers, Dagoberto Campaneris, Joe Rudi,
Ray Fosse...
Además impusieron nueva y vistosa moda en el beisbol con
coloridos uniformes, pelo largo, mostachos y hasta una mula dentro del terreno
de juego llevaba Charles O’Finley, el excéntrico propietario de esa gran
dinastía.
“Estuve
asombrado de él. Era un hombre humilde de condición. Y su presencia era
irresistible; era el hombre más reconocido que había visto. Podíamos caminar en
los aeropuertos y la gente se paraba, lo veía y lo señalaba. Pero creo que a él
no le gustaba llamar la atención”,
dijo Sal Bando en aquellos días cuando fue otro de los héroes de aquellos
famosos y tremendos Atléticos de Oakland. Hoy, Bando es gerente general de los
Cerveceros de Milwaukee.
El
Centenario del beisbol
En 1969 se celebró el primer centenario del beisbol profesional
(1869-1969).
El 21 de julio, en
Washington, dos noches antes del Juego de Estrellas, en ceremonia especial
nominaron a Babe Ruth el pelotero más grande de todos los tiempos y a Joe
DiMaggio el mejor de los activos, ganándole tal premio por escaso margen a
Willie Mays.
El clímax era
formidable.
Al siguiente día,
después de un gran banquete al que acudió lo más grande del beisbol de antaño y
de la época, alrededor de 500 peloteros visitaron a Richard Nixon en la Casa
Blanca, acompañándoles al acto prominentes personalidades, ejecutivos y
periodistas.
Todo Washington estaba
conmovido por el gran momento que se vivía y la celebración de los primeros 100
años del beisbol.
Ford Frick, entonces
Alto Comisionado, ante el presidente de Estados Unidos, emitió un concepto que
lo dijo todo: “Esta conmemoración solidifica la imagen de nuestro pasatiempo
nacional”.
Y ahí estaba otra vez
el gran Clipper.
En Casa
Blanca y el Carta Clara
DiMaggio era frecuentemente invitado a la Casa Blanca y una
vez recibió la Medalla Presidencial de Libertad; en otra ocasión, asistió a una
cena de Estado con Ronald Reagan y Mikhail Gorvachov.
En 1970, volvió a México: En Marzo 18, junto con el Alto
Comisionado del Beisbol de Ligas Mayores, Bowie Kuhn, fue invitado de honor por
los Leones de Yucatán, quienes ese año regresaron a la Liga Mexicana.
Más de 15 mil aficionados reunidos en el Parque Carta Clara
de Mérida, vitorearon y admiraron al legendario “Clipper” que presenció la
victoria de los Leones sobre el Águila de Veracruz (4-1) con pitcheo de Juan
Ramón Quiroz.
En 1991 volvió al famoso Paseo de las Rosas, en Pasadena,
donde fue homenajeado junto con Ted Williams por el 50 aniversario de aquel
inolvidable verano que tuvieron en 1941.
El presidente George Bush, un ávido fanático de los Medias
Rojas durante la década de los cuarenta, calificó a Joe como de “Excelencia”.
Pero el tiempo no se detuvo para DiMaggio.
El 25 de noviembre de 1998, celebró sus 84 años de edad
internado en el Hospital Memorial de Hollywood, Florida.
Había ingresado el 12 de octubre de ese año y dos días más
tarde fue sometido a una cirugía de tumor canceroso en su pulmón derecho.
Volvió a sufrir una infección pulmonar, desarrollando
fiebre, por lo que se le trató con antibióticos y su presión sanguínea se le
mantuvo con medicamentos.
Su padecimiento y convalecencia, fue preocupación y noticia
mundial.
Pero, como siempre: el gran héroe, convaleciente, exigió a
sus médicos que no se informara sobre su salud, en tanto llegaban 300 cartas
por día para animarle.
Joe logró salir airoso de ese trance, para irse a su hogar,
en Florida, donde una noche, cuando se encontraba acompañado de un amigo... un
noticiero de televisión anunció sobre su fallecimiento, lo cual le consternó.
Sin embargo, no pudo más.
Poco después de la medianoche del 8 de de marzo de 1999, el
símbolo de la época dorada de los Yankees, quien personificara la elegancia y
cautivó por si talento, expiraba en su residencia a consecuencia de la serie de
complicaciones derivadas del cáncer de pulmón detectado meses antes y una
neumonía que deterioró mucho su salud.
Al momento de morir se encontraba con él su hermano Dominic,
dos nietos y dos viejos amigos, Joe Nacchio y Morris Engelberg, éste último,
informó sobre su deceso.
Su cadáver fue trasladado a California y fue sepultado en
San Francisco, previa misa de cuerpo presente en la catedral de San Pedro y San
Pablo, donde había recibido su primera comunión.
El Presidente Clinton, tras su muerte, diría: “Hoy Estados Unidos perdió uno de los héroes
más venerados del siglo, Joe DiMaggio. Este hijo de inmigrantes italianos les
dio a todos los norteamericanos algo en qué creer. Se convirtió en el verdadero
símbolo del garbo, la fuerza y el talento de los estadounidenses”.
“Joe
DiMaggio fue alguien que personificaba al “Héroe” de Hemingway. Hizo frente a
la adversidad con garbo bajo presión”,
dijo Joe Dorinson, autor de “Jackie Robinson: Raza, Deporte y el Sueño
Americano”, que incluye una comparación entre Robinson y DiMaggio.
Bud Selig, Comisionado del Beisbol de Ligas Mayores, también
expresó:
“Para
varias generaciones de fanáticos al beisbol, Joe personificó el garbo, la clase
y la dignidad en los diamantes. Su persona trascendió los campos de juego y
conmovió nuestros corazones. En muchos sentidos, en su condición de hijo de
inmigrantes, representó las esperanzas y los ideales de nuestro país. Joe
DiMaggio fue un héroe en el sentido más cabal de la palabra. Estar con él, era
un acontecimiento que generaba exitación, expectativa y alegría”.
Homenajes en su memoria
En su memoria y como eterna gratitud en el tiempo, el 25 de
abril de 1999 fue descubierto un monumento de granito y bronce que evoca su
figura, el cual está ubicado atrás del jardín izquierdo del Yankee Stadium,
precisamente en el Parque de los Monumentos.
Ahí están inscritos los momentos más destacados de su
carrera deportiva y recuerda que en 1969 fue proclamado como el mejor jugador
de beisbol aún vivo.
Sólo en otras cuatro ocasiones, en casi un siglo de vida de
Yankees, se había erigido un monumento en honor a un jugador de esa franquicia.
Los otros son de Babe Ruth, Lou Gehrig, el mánager Miller Huggins y Mickey
Mantle.
Allí también, desde 1969, se encuentra una placa en su
honor, donde reza “Joe guió a los Yankees
a su más dominante era”.
En la ceremonia en la que el cardenal arzobispo de Nueva
York, John O´Connor, impartió la bendición al monumento, se encontrarban sus
compañeros de equipo Yogi Berra, Whitey Ford, Phil Rizzuto, Hank Bauer, Jerry
Coleman y Gil McDougald.
El Yankee Stadium estuvo repleto de fotos de DiMaggio,
banderines del equipo con moños negros y no faltaron las lágrimas en recuerdo
de tan grande ídolo del beisbol.
Dos días antes, en la iglesia de San Patricio, varias
personalidades del deporte, la cultura y la política, asistieron a una misa en
su honor oficiada por el cardenal O´Connor, donde además se congregaron cientos
de sus amigos y admiradores, entre los que destacaron el cineasta Woody Allen,
el ex-secretario de Estado Henry Kissinger, los ex-beisbolistas Bobby Brownn y
Yogi Berra, así como el propietario de los Yankees, George Steinbrenner.
La ceremonia fue organizada por el amigo y médico de
DiMaggio, Rock Positano, y al término de la misma, O´Connor solicitó que se
rindiera una ovación en pie.
Más honor no podía recibir.
http://desktop.fansshare.com/gallery/photos/11956229/main/
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