sábado, 19 de marzo de 2016

SERIES CUBANO-AMERICANAS

Las Series Cubano-Americanas (III)
(De Babe Ruth a Jackie Robinson)
A Ruth no le gustó
la comparación con Torriente.
James D. Cockroft

  Por Juan A. Martínez de Osaba.

http://www.baseball-fever.com/showthread.php?103022-Bill-s-Babe-Ruth-Photos

En 1920 se produciría la visita más espectacular en la pelota de la Isla, cuando Babe Ruth arribó a Cuba con el New York Giants, a las órdenes de John McGraw. El avezado empresario Abel Linares, le pagó 10 mil dólares en efectivo con todos los gastos para él, su esposa y el secretario particular, más otros 10 mil, poco después.

   Hecho de repercusión popular, que trascendió al deporte. El equipo llegó el 16 de octubre y El Bambino lo hizo el sábado 30 del propio mes, contratado para jugar 10 desafíos. En ese momento tenía veinticinco años de edad y los New York Yankees lo había comprado al Boston Red Sox por 100 mil dólares, una cifra astronómica entonces. Los Gigantes terminarían con 9 juegos ganados, 5 perdidos y 3 empates.

   Así contó Abel Linares la contratación: 

Luego de otras dos conversaciones con John Igoe, le entregué 10 mil dólares en efectivo al firmarse el contrato y una semana más tarde le envié otra cantidad similar, así como los tres boletos en avión. Babe Ruth se incorporaría a los Gigantes de New York el 30 de octubre y participaría, a partir de ese día, en 10 de los 20 choques pactados contra los equipos Habana y Almendares.[1]

   La figura del Bambino se robó el show, pero el héroe resultaría Cristóbal Torriente, quien la tarde del 4 de noviembre de 1920 conectó tres jonrones, en una jornada de 5-4, incluido un doble; Ruth no pudo descifrarle los lanzamientos a Isidro Fabré. Para tratar de contener la furia del cubano, en el quinto McGraw envió al box al propio Babe, quien soportó el doblete y dos entradas después el tercer jonrón, con un batazo que voló al jardinero central; los primeros fueron por el jardín derecho. Al final de la serie Torriente había acumulado .378, y el legendario rival .345.


   A partir de allí el yanqui mayor admiró al moreno zurdo, aunque no le hizo gracia que le llamaran Babe Ruth Cubano. Como tantos, cargando una calidad insuperable, Torriente no pudo actuar en Grandes Ligas por el color de la piel. De todas formas, un tanto airado y en tono de chanza, al finalizar el juego, el también llamado Bebé de Dunn declaró:

Era tan negro como una tonelada y media de carbón en un sótano oscuro”, para acto seguido afirmar: ‘Si pudiera llevarme al lanzador José de la Caridad Méndez y al jonronero Cristóbal Torriente para mi equipo, ganaríamos el gallardete comenzando el mes de septiembre y después nos iríamos a pescar’.[2]

   Torriente llevó a su casa una colecta de 246 pesos y Ruth se echó en los bolsillos la pactada suma de 2 000 dólares. El Bambino también jugó pelota vasca, bebió las buenas cervezas cubanas y se fue a Santiago de Cuba, donde un pitcher prácticamente desconocido: Jorge Guillén, lo ponchó en varias ocasiones.


   En 1921 visitaría la isla el Memphis de las Menores, de cuyos encuentros se conservan pocos datos y después el Brooklyn Dodgers, en los meses de noviembre y diciembre, para enfrentarse al Habana de Miguel Ángel González y el Almendares de Adolfo Luque. Asimismo, se conformó una selección de los dos equipos, para tratar de someter a los del Norte, ya que habían salido mal parados en la confrontación. Fue pobre la afluencia de público.

         La gran crisis actual, que todo lo envuelve, ha caído sobre nuestro gran juego nacional como pesada manta de plomo. Y el buen público habanero, los fanáticos irreductibles del base ball profesional, deben aprovechar los poquísimos días que le restan de estancia en La Habana a los Dodgers para relamerse de gusto, ya que casi es seguro no nos visiten clubs de Ligas Mayores hasta que este estado de cosas no termine.[3]

   Aquella selección, a la que llamaron Cuba, a las órdenes del manager-jugador Adolfo Luque, se impuso a los visitantes (3-2). En un total de veinte partidos, el Brooklyn obtuvo balance de 12-8.
   Las Series Americanas se reanudarían de forma endógena. Entre el 5 y el 16 de febrero de 1925, se organizó un torneo para disputar la “Copa López del Valle”, en honor del Dr. José A. López del Valle, entonces presidente de la Liga Profesional Cubana. La misma ha sido aceptada por los críticos como la continuidad de las Series Americanas. En ella también se rindió tributo al Comisionado de las Grandes Ligas, Kenesaw Mountain Landis, o simplemente el Juez Landis, de visita en La Habana.

   Se conformaron dos equipos con jugadores de la Liga Profesional Cubana: All Cubans, de solo cubanos y el All Yankees, con norteamericanos. El 9 de febrero de 1925 actuó El Diamante Negro, quien había llegado a la Isla con el título de campeón en la I Serie Mundial de las Ligas Negras como manager-lanzador del Kansas City Monarchs. El juez Landis lanzó la primera bola desde el palco presidencial. Méndez fue relevado en el sexto por el zurdo Emilio Palmero y por los norteños lo hizo Cooper, quien a la postre se llevó la victoria 2 x 1.

   El Comisionado de las Mayores declaró: “Ese juego de dos por una que vi el otro día en La Habana, me hizo sentir muchísimas emociones. Fue una verdadera exhibición de Serie Mundial…” En total se efectuaron ocho juegos, con 5-2 a favor de los norteamericanos, y 1 empate.

   En febrero de 1926 causó furor en el sexo masculino una visita de jugadoras de los Estados Unidos. Resultó un team al que llamaron Bloomers Girls. Se efectuaron varios desafíos con hombres, a los que vencieron y cayeron derrotadas, pero lo menos que importó fueron las victorias y las derrotas. A partir de allí se motivarían jugadoras de calibre en la Isla.

   Desde diciembre de 1929, el Gran Stadium Cervecería La Tropical era sede del fútbol soccer, muy popular entonces. Para octubre de 1930, una vez finalizada la Serie Mundial en los Estados Unidos, Julio Blanco Herrera, dueño de la instalación, contrató a jugadores de primer nivel de las Grandes Ligas para una serie de partidos entre ellos, con el propósito de revivir los días de gloria de la Liga Profesional Cubana, seriamente dañada por la crisis mundial y la tiranía de Gerardo Machado.

   En la segunda semana de octubre se efectuaron siete partidos. Los veinticinco jugadores se dividieron en dos bandos: Estrellas de Ens y Estrellas de Bancroft (apellidos de los managers). Comenzó el 10 de octubre, con bombos y platillos y fue todo un éxito, con más de 20 000 aficionados que colmaron la instalación. De esa forma, la parte principal de la llamada Serie Americana, sería con jugadores norteamericanos. Al final se impusieron los de Ens a los de Bancroft (5-2).
   Asimismo, celebrarían juegos intercalados contra Habana y Almendares, asumiendo el nombre de Estrellas Americanas, una selección de ambos equipos. El primero fue un notable duelo entre Ramón El Profesor Bragaña, por el Habana y Carl Hubbell, quien al final se impuso 2 x 1; se destacó Alejandro Oms (4-2).

En el partido de despedida, el veterano Silvino Ruiz, del Almendares, se consagró cuando dejó a las Estrellas Americanas en solo 2 anotaciones y 7 hits, para acreditarse un triunfo que rescató la vergüenza nacional.[4]

   Coincidiendo con las Estrellas de Ens y de Bancroft, llegó a La Habana el Louisville Colonel, de categoría AA, que efectuaría un total de trece desafíos ante Habana y Almendares, así como 1 ante el Víbora, al que derrotó 9 x 4. El Louisville obtendría 10 victorias, contra 1 el Habana y 3 el Almendares. El juego del 20 de octubre fue suspendido por lluvia. Evidentemente, los equipos criollos estuvieron diezmados por la preparación y enfrentamiento ante los equipos de Grandes Ligas que nos visitaban.

   A fines de marzo de 1931, el Brooklyn Dodgers jugó cinco encuentros en La Tropical. El manager, Wilbert Robinson, dividió su equipo en dos: Brooklyn Robins y Brooklyn Dodgers. En el primero de ellos estarían los jugadores regulares y en el otro la reserva. La serie terminó 3-2 a favor del primero, con destaque para Adolfo Luque, quien lanzó una lechada.

   Hubo un impasse en las Series Cubano-Americanas por falta de seguridad, debido a la violencia desatada por la dictadura de Gerardo Machado y su derrocamiento. Por la misma causa, la Liga Profesional Cubana dejó de efectuarse en 1933-1934.


   En marzo de 1936, llegó el St. Louis Cardinals. En cuatro encuentros ante Habana y Almendares, dividieron honores. Las derrotas fueron contra los Rojos y las victorias con los Azules. Se destacó Basilio Brujo Rosell desde la lomita, y al bate lo hizo Salvador Hernández, ambos del Habana.

   En 1937 regresaron los New York Giants, dirigidos por Bill Terry. Se efectuaron siete desafíos entre equipos amateurs (3) y el resto contra Habana y Almendares, así como dos ante el St. Louis Cardinals, que vino a enfrentarlos. La serie se desarrolló entre el miércoles 24 de febrero (Grito de Baire) y el domingo 14 de marzo. Entre ellos dividieron honores.

   En su debut del 24 de febrero, contra las Fuerzas Armadas, cayeron 7 x 4 ante los envíos de Juan Eckelson. El día 27, el Brujo Rosell, del Habana, los redujo 9 x 1. El 28 volverían a caer, ahora contra Ramón Bragaña, del Almendares (6 x 1). El jueves 4 de marzo derrotaron a Agapito Mayor, del Fortuna, equipo campeón de la Liga Nacional Amateur. El sábado 6, el zurdo Carl Hubbell derrotó al Habana (7 x 3). Pero el domingo 7 caerían ante las ofertas de Rodolfo Rudy Fernández, del Almendares (4 x 0). El último juego fue contra una selección mixta de jugadores cubanos, donde en once entradas quedaron empatados a 1 carrera; Bragaña lanzó todo el desafío.    

   En 1938 nos visitó el Homestead Grays, de las Ligas Negras. El 8 de octubre caerían ante Silvino Ruiz, del Habana (6 x 2), con derrota para Terry McDuffie. El 10 de octubre (Grito de la Demajagua), vencieron al Almendares (2 x 1), con victoria para Raymond Jabao Brown y derrota de René Monteagudo. El día 11 volverían a caer, ahora ante las ofertas de Tomás de La Cruz, también de los Rojos (7 x 2), perdió R. Partlow. El día 12 Brown volvería a vencer al Almendares (1 x 0), y perdió Jorge Pancho Comellas.

   El día 15 se integró una selección de jugadores cubanos, a la que llamaron Picked Nine, que derrotó a los Grays (3 x 2), con victoria para René Monteagudo y derrota de R. Partlow. Terminaría la serie el día 17, cuando ganó selección cubana (5 x 4), desafío que ganó Silvino Ruiz y el derrotado fue B. Brown. Los lanzadores más destacados fueron Silvino Ruiz y Raymond Brown, y a la ofensiva se lucieron Cando López (.615) y el inmortal receptor norteamericano, Josh Gibson (.347).

   Regresaría el Homestead Grays en octubre de 1939, y ante el asombro de todos, resultó invicto en sus seis presentaciones, al vencer dos veces al Habana, al Almendares y a una Selección Cubana de Estrellas, todos con las principales figuras.

   En marzo de 1940 arribaron el Cincinnati Reds y el St. Louis Cardinals, para enfrentar a una Selección Cubana. Los Reds sólo pudieron imponerse en un desafío, pero los Cardenales ganaron los 3 primeros en una serie de 4. La victoria cubana sería el día 31 (4 x 2), con el zurdo Agapito Mayor. Con los Cardenales vino el también zurdo Max El Monstruo Lanier, quien sería una figura destacada del Almendares años después, junto a Agapito Mayor.

   Entre febrero y marzo de 1941, se presentaron los siguientes equipos: Brooklyn Dodgers, Boston Red Sox, New York Giants, Cleveland Indians y el Cincinnati Reds, para desarrollar un amplio programa en La Tropical. Una buena parte de los desafíos los jugarían entre ellos.

   Se conformó una Selección Cubana que enfrentaría cinco veces a los Dodgers, entre el martes 11 y el domingo 16. Alrededor del viernes 28 de febrero y el domingo 2 de marzo jugaron los Gigantes y los Dodgers. Este último equipo lo haría con el Cleveland el viernes 7, sábado 8 y domingo 9 de marzo. Los días 28, 29 y 30 de marzo, el Boston contra los Rojos. Pero la noticia más destacada de aquella serie sería la victoria 2 x 1 del amateur Juanito Decall, ante el Boston, a quienes permitió solo 5 imparables.

   El desafío provocó un sinnúmero de comentarios, como el de Jack Malaney, del Boston Post (ver La Leyenda del Béisbol Cubano, de Ángel Torres, p. 116), quien escribió que no había otro equipo amateur, ni de Ligas Menores, por debajo de Doble y Triple A, que pudiera vencer a la Selección Cubana.

   En ese juego no alineó el genial Ted Williams, quien llegó a La Habana, pero prefirió irse a pescar. No olvidemos que en esa temporada se convertiría en el último bateador (hasta el día de hoy), que haya conectado sobre la codiciada marca de los .400, en las Mayores (.406).

   Aquella selección, a las órdenes de Reinaldo Cordeiro, se confeccionó íntegramente por jugadores de la Liga Nacional de Béisbol Amateur, con estelares como Juan Ealo, Napoleón Reyes, Quilla Valdés, Mario Fajo y Luis Suárez en el cuadro; los jardineros Antonio Loco Ruiz, José Luis García y el Guajiro Rodríguez. Entre los lanzadores estuvieron Juanito Decall, Natilla Jiménez, Daniel Parra y Tomás Echevarría. El receptor sería José Hernández. Ellos procedían, indistintamente, de los equipos Círculo Militar, Cuban Telephone, Teléfonos, Hershey Sports Club, Fortuna, Universidad, Regla y el ADC (Asociación Deportiva de Cuba).

   En 1942 regresó el Brooklyn Dodgers a La Tropical, para enfrentarse al New York Giants. También jugaron contra una Selección Cubana, al mando de Joseíto Rodríguez, que los superó en tres desafíos y perdió 2. Lo más recordado fue una jugada sensacional del jardinero izquierdo, Alejandro Crespo, quien le robó un jonrón al torpedero Pee Wee Reese (miembro del Salón de la Fama de Cooperstown), y con ella alcanzó la victoria Agapito Mayor, en la tarde del 7 de marzo de 1942 (4 x 2). Tomás de la Cruz y Rodolfo Fernández, serían los vencedores de los otros dos desafíos.

   Los New York Cubans, de Alejandro Pompez, llegaron en 1945 a las órdenes de José María Fernández, con una buena parte de jugadores nativos, para enfrentar a una Selección Cubana, al mando del manager-jugador Fermín El Isleño Guerra. Los del patio ganaron 4 y empataron 1. En las filas de Pompez se desempeñaron hombres como Chiflán Clark, Rogelio Mantecao Linares, Rafael Noble, el zurdo Luis Tiant y otros. Por los del patio alinearon algunos jugadores de Grandes Ligas: Fermín Guerra, Gilberto Torres, Isidoro León y René Monteagudo, así como otros estelares de las Menores: Mario Fajo, Chino Hidalgo y Natilla Jiménez.

   En marzo de 1946 vinieron dos equipos de las Mayores: Washington Senators y el Boston Red Sox, que contaba de nuevo en sus filas con Ted Williams. Por la Selección Cubana alinearían jugadores de la talla de Jorge Comellas, Fermín Guerra, Gilberto Torres, Orestes Miñoso, Regino Otero, Alejandro Crespo, Pedro Formental, Jiquí Moreno, Natilla Jiménez, Cocaína García, y otros. El Boston se enfrentaría dos veces al Washington (1-1). La gente corrió a ver batear al Gran Teodoro, que respondió con un batazo sideral.

   Este último equipo celebró un total de 5 juegos contra la Selección Cubana, los días 12, 13, 14, 16 y 17, donde los del norte terminaron invictos. El líder bateador de la serie fue el torpedero Silvio García (15-9-.600).

   Y en 1947 arribaría a la Isla, con el New York Dodgers, un hombre que a partir de aquel año haría historia en el béisbol mundial, por su calidad y el color de la piel: Jackie Robinson.

Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga
Marzo de 2016.

(Con documentación de Severo Nieto, Eladio Secades, Raúl Diez Muro, Eddy Martin, Alfredo Santana, Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga, Félix Julio Alfonso López, Ismael Sené, Yasel Porto Gómez, Adonhay Villaverde Blanco, Guías del Béisbol Profesional Cubano, Enciclopedias de las Grandes Ligas, Jorge Figueredo, René Molina, Andrés Pascual, Fernando Rodríguez Álvarez, Marino Martínez, Michael M. Oleksak, Peter Bjarkman, James D. Cockroft, Jorge Alfonso, Ángel Torres, Carlos Castillo, Jesús Alberto Rubio, y otras fuentes).




[1] Jorge Alfonso: Visita del Bambino a Cuba. Página web Beisbol cubano.
[2] James D. Cockroft: Latinos en el béisbol. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, p. 15.
[3] Guillermo Pí: Diario de la Marina, 6 de diciembre de 1921.
[4] Ángel Torres: La Leyenda del Béisbol Cubano, p. 86.

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