Tigres-Alazanes:
* Una vez más el Cocodrilo
“perdió la cola llegando a la orilla”, pese a contar con una verdadera
selección nacional vestida con el uniforme de Matanzas
Por
Juan E. Batista Cruz
Las Tunas, Cuba.- en un verdadero derroche de entrega, de amor a la
camiseta y de recuperación sicológica, los Alazanes de Granma hundieron a los
Cocodrilos en su propio pantano y, desde este miércoles, protagonizarán una
final inédita en la historia de la pelota revolucionaria frente a los Tigres de
Ciego de Ávila, vigentes campeones.
Después de perder los choques cuarto y quinto en su cuartel general del
estadio Mártires de Barbados, de Bayamo, el último matizado por siete errores
de su defensa, los discípulos de Carlos Martí, contra la pared y descartados
por la mayoría de especialistas y aficionados, se levantaron como titanes en un
escenario totalmente adverso, para lograr la hazaña.
Es una realidad que los Tigres de Róger Machado son favoritos para
conseguir su tercera corona consecutiva, pero no tendrán una tarea cómoda, no
podrán confiarse ante un equipo como el de los Alazanes, reforzado
convenientemente, conducido de manera sabia por un técnico como Carlos Martí,
ejemplo ante sus discípulos e inspirados luego de concretar la mejor actuación
de su historia.
Esperemos a ver qué pasa en este enfrentamiento, el cual acaparará la
atención de todo el país, desde la Punta de Maisí hasta el Cabo de San Antonio,
donde de igual manera se comenta ¿qué pasó con el trabuco armado por Víctor
Mesa para representar a Matanzas?
Los criterios son disímiles, tanto de los aficionados, como de mis colegas
de la crónica deportiva. Acostumbro a ser muy respetuoso con las opiniones
basadas en los correspondientes análisis personales, pero quiero exponer mis
argumentos, luego de estudiar lo que ha pasado en Matanzas desde la llegada de
Víctor Mesa a quien admiré mucho por su extraordinaria calidad cuando era
pelotero.
Comienzo por señalar que la provincia matancera fue, desde la aparición del
béisbol en Cuba, la principal cantera de talentos que brillaron con luz propia
al más alto nivel de calidad en los diamantes locales y de allende los mares,
desde el cardenense radicado en La Habana, Esteban Belián, primer latino en
jugar en Grandes Ligas, pasando por Martín Dihigo, José de la Caridad Méndez,
Orestes Miñoso y muchos más, hasta los hermanos Sánchez, Félix Isasi, Rigoberto
Rosique y Tomás Soto, ya dentro de la pelota revolucionaria.
Ahora, no puede negarse que desde finales de la década del 90 del pasado
siglo se produjo un alarmante descenso de la calidad del béisbol en ese
territorio. Es evidente que se descuidó el trabajo desde la base y los
yumurinos se hundieron en las últimas posiciones de la Serie Nacional.
Cuando Víctor Mesa decidió ir a trabajar a Matanzas encontró algunos
jugadores talentosos como Guillermo Heredia, José Miguel Fernández, Yurisbel
Gracial, Yadier Duke, Ariel Sánchez, Yadiel Hernández, Lázaro Herrera y
lanzadores de la talla de Jorge Martínez, Joel Suárez y Yoani Yera, entre
otros.
Fue de mucho mérito el trabajo de Mesa en el logro de la cohesión de aquel
equipo, al cual le inyectó el espíritu de victoria, lo que hizo posible un
salto espectacular hasta la mitad de la tabla de posiciones. Los matanceros
decidieron regresar a su estadio, apoyar los nuevos aires que se respiraban.
Renacieron las esperanzas de recuperar la tradición y fuerza de su pelota.
La mejoría de los resultados aumentó de manera notable, mas comenzó la
búsqueda de peloteros con resultados, procedentes de otras provincias. Se
reforzó la nómina y, cuando por razones de diferente índole, incluída la marcha
de jugadores para probarse en los circuitos profesionales, hubo un incremento
en la “importación” que, a la postre provocó que los Cocodrilos se convirtieran
en una verdadera selección de todo el país.
Desde mi punto de vista esta práctica le ha hecho un considerable daño al
béisbol en Matanzas. Creo que el momento lo que necesitaba era arreciar el
trabajo con los talentos de la provincia, buscar en las filas juveniles y
preparar a quienes fortalecieran, a corto o mediano plazo, el equipo de la
Serie Nacional.
Opino sinceramente que se hizo lo más fácil, buscar peloteros ya
experimentados de otros territorios a quienes se les crearon las condiciones
para que se trasladaran a Matanzas, con lo cual se armó un fuerte conjunto,
pero en detrimento de los talentos locales que, por demás, presentan resultados
encomiables en todas las categorías inferiores, incluida la selección del
torneo nacional sub-23.
¿De qué sirve a los noveles peloteros matanceros destacarse en los torneos
cubanos infantiles, escolares, de cadetes, juveniles o el sub-23? Pienso yo y
me parece es una verdad como un templo: De nada. Si alguno consigue ser
incluido en la nómina de los Cocodrilos, cuando más participa en uno o dos
innings de poquísimos juegos y va al cajón de bateo seis o siete veces en una
temporada.
Por eso y repito, con todo respeto, no puedo entender que se hable del
trabajo de Víctor Mesa con el béisbol en Matanzas. Los resultados en las
categorías inferiores, que como he señalado son buenos, son el producto del
trabajo de los entrenadores en la base. ¿A cuántos jugadores ha formado o
mejorado su director en estos años? Aníbal Medina es un excelente camarero y
buen bateador desde que era juvenil, Jefferson Delgado, ya era un pilar
ofensivo con problemas a la defensa que, por cierto, se mantienen y lo mismo
sucede con Yurisbel Gracial, para poner solo estos ejemplos.
Y me pregunto ¿Yordanis Samón era un bateador mediocre cuando estaba en su
provincia Granma y en Matanzas lo
convirtieron en un portento? Todo el mundo sabe que el muchacho de El Dorado,
lleva casi una década dando “palos de todos los colores” en la Serie Nacional.
No es un secreto para nadie en este país que Jónder Martínez, llegó desde
Artemisa como toda una estrella del box, varias veces integrante del Cuba a los
principales eventos internacionales. Entonces, ¿cuál es el trabajo realizado
por Víctor Mesa y su colectivo en beneficio del béisbol de Matanzas?
De verdad, me niego a entender que en un análisis a fondo de esta realidad
no se llegue a la conclusión de que, si Mesa deja de dirigir en Matanzas y
algunos de los “importados” decide regresar al terruño o a emigrar hacia otra
provincia, la tierra yumurina verá como sus representantes vuelven a los
últimos lugares. Y no porque su mánager actual no esté, sino porque levantaron
su desempeño con “extranjeros” y no fueron capaces de desarrollar a sus
talentos más jóvenes.
Es cierto que el “trabuco” que representó a la tierra del San Juan y el
Yumurí arrasó en la fase clasificatoria de 16 conjuntos en la cual mostraba una
superioridad abismal, ya en la lid de seis novenas implantó un récord de 70
triunfos, pero sufrió sus primeros tropiezos, hasta el descalabro absoluto en
la semifinal frente a Granma.
Desde la selección de los últimos tres refuerzos, me pareció que Víctor
escogió mal, cuando no se hizo de un torpedero natural e insistió con
improvisar con Yurisbel Gracial en el campo corto. Ya en la semifinal, le dio
la espalda a su mejor lanzador, Yoani Yera, de 13 victorias y líder en ponches,
cuando la lógica indicaba que en serie de siete choques, debía de buscarse no
solo el éxito inicial, sino la posibilidad de utilizarlo tres veces.
Después, en el tercer choque, primero en Granma, aunque no salió en su
forma habitual, no confió en Yera, lo quitó demasiado rápido y luego se produjo
la debacle de los relevistas. Puso al zurdo nuevamente en el séptimo y decisivo
pleito, en el que durante tres innings se batió en duelo con Lázaro Blanco,
pero cuando le dieron el primer indiscutible en el cuarto y se complicó, no le
dio oportunidad a que se autorelevara como había hecho varias veces durante
toda la temporada. Lo que pasó a partir de ese momento es harto conocido: opino
que se precipitó en quitar a sus dos mejores taponeros, Liván Moinello y Frank
Luis Medina para provocar un interminable desfile de más de 20 tiradores, de
ellos solo tres matanceros.
Yo sé que la polémica está en pleno apogeo, que habrá quienes estén en
desacuerdo, pero he querido que se conozca mi opinión de periodista jubilado,
pero no retirado, apoyado en los conocimientos adquiridos en medio siglo de
ejercicio de la profesión, ligado al deporte en general y al béisbol en
particular. La mesa está servida.