jueves, 7 de julio de 2016

LA REBELIÓN DE ANABISTAS



Ramón "Abulón" Hernández.


Por Ignacio Martínez Ortiz

Entrevista y beisbol
El Sol de Zacatecas
13 de marzo de 2014


En 1982 el beisbol profesional mexicano entró en problemas que casi terminan con su existencia. 

Resulta que un jugador, no muy destacado, más bien suplente, fue dado de baja por su club, Tigres de México. 

No mediaba ningún "contrato de trabajo"; pues por ese entonces los beisbolistas profesionales estaban sujetos a ser mantenidos jugando o a ser suspendidos según el criterio hasta cierto punto subjetivo de los directivos y de los dueños de los equipos. 

Claro, de alguna manera se "analizaba" su mal o buen desempeño en el terreno de juego por las estadísticas que se llevan tan minuciosamente en los diversos aspectos del juego de beisbol. 

Estas estadísticas, llamadas "numeritos", son la mejor "garantía" de los peloteros para recibir un trato, digamos justo, por parte de quienes los contratan.

Aquellos jugadores que le atizan sólidamente a la bola, en promedio, tres de cada 10 veces que se paran a batear, tiene garantizada su permanencia en los equipos. Son considerados estrellas. No importa su comportamiento personal o las simpatías o aversiones que tenga con los directivos o "managers". 

Ningún dirigente, ninguna suerte, ningún capricho cortará su carrera. El beisbol es curioso. Actuando cada jugador para tener una actuación personal destacada, cooperará al triunfo colectivo. Sí, jugando para él mismo, el beisbolista lo hace para todo el club.

Los jugadores que se acercan al final de sus carreras, disminuyen significativamente sus "cifras" y numeritos. No solamente participaban en menor cantidad de juegos, hay un criterio objetivo, "las cifras", para dejar de ser contratados y alejarse de los diamantes.

En este entendido se movieron y regularon las relaciones entre peloteros y dueños de los equipos más o menos de 1980 hacia atrás. La seguridad en el empleo y el retiro se determinaban de esta manera, considerada por casi todo mundo, natural. Los sindicatos y la formalización de las reglas de contratación no se estimaban necesarios.

Hasta aquella noche de un día de abril de 1982 cuando se iba a celebrar uno de los juegos más disputados entre dos equipos de la "liga mexicana", Diablos contra Tigres, ambos clubs de la capital del país, una auténtica guerra civil.

Con la expectación de los célebres duelos protagonizados tradicionalmente por esos equipos y con el estadio lleno los Diablos no salieron al terreno de juego.

El desconcierto y la desilusión fueron monumentales.

Al principio nadie acertaba a explicarse la razón de tan raro comportamiento de todos los jugadores Diablos. Pero al cabo de unas horas se supo: los Diablos no salieron a jugar en solidaridad con el cátcher suplente del acérrimo rival, los Tigres; Vicente Peralta.

La directiva de los Felinos había considerado que el jugador había llegado al final de su carrera. Nunca fue estrella, lo dije; ya veterano no hacía falta en lado alguno, los directivos no quisieron negociarlo a otro equipo. Cesado y a su casa.

Más, los jugadores de los Diablos pensaron de manera muy diferente: Vicente no era un objeto para desecharlo y tirarlo a la basura como un objeto inservible. Y plantearon un paro de labores para oponerse a esa medida que veían como un capricho del atrabiliario dueño de los Tigres. Que como una ironía llevaba el mismo apellido del jugador despedido: el propietario era el ingeniero Alejo Peralta.

En ese momento con los Diablos protestando por el despido injustificado de un compañero de labores, sin importar que perteneciera al equipo rival, todos los defectos, extravagancias e injusticias les salieron a los dueños de los clubs de la liga del beis profesional: explotadores, negreros, tiranos que esclavizaban sin piedad a los beisbolistas; y los pobres atletas, sin seguridad laboral, sin contrato colectivo de trabajo, sin seguro médico, etc. Los magnates y dueños eran unos verdaderos y auténticos hijos de la retiznada.

La rebelión cundió a la mayoría de los jugadores de los equipos. Se declararon en huelga y a no dejarse explotar más. A dura penas la liga medio pudo terminar con la temporada con unos cuatro equipos mal formados por suplentes. Los grandes estrellas se percataron que ellos eran realmente el pilar del deporte y que con su habilidad y su dominio del juego hacían posible la existencia del beis profesional.

¿Por qué no tomar el toro por los cuernos? Encargarse de la administración del juego debía ser más sencillo que, por ejemplo, lanzar la bola a 80 millas por hora y disponer de fracciones de segundo para conectarla tan lejos como 350 pies y encima de una alta barda, con el delgado palo, llamado bat. Jugar y hacerlo brillantemente, eso sí que es una cosa sólo al alcance de unos cuantos súper dotados de un talento especial.

¡Los patrones son prescindibles! Parásitos y explotadores. Vivan los obreros y los que llevan a cabo el juego de pelota. Surgió la ANABE (Asociación Nacional de Beisbolistas). Y la liga promovida por esa asociación. Liga sobresaliente, con enormes jugadores y de una calidad de pelota como pocas veces se ha visto en México; y además con lecciones históricas y sociales de suma importancia en la administración y la organización de los negocios.

Zacatecas fue sede de un equipo. Tuzos de la UAZ. Si por el parque de Zacatecas, 15 años antes, pasaron jóvenes peloteros que con el tiempo habría de ser estrellas y hasta jugar en los Estados Unidos, con la liga de la ANABE vimos aquí en acción a jugadores que en ese momento eran estrellas de Ligas Mayores: Ivan Murrel, Vitico Davalillo, Ismael Oquendo, Pinolo Rodríguez, Jorge Roque, Enrique Romo.


ANABE. Liga y organización de rebeldes. No podía estar ahí Ramón Medina. Adusto y conservador se encontraba lejos de esos catatónicos y casi aventureros. Y la aventura no duró mucho. 

La administración no fue finalmente un asunto sencillo. Tenía su chiste. La liga independiente (los malévolos le llamaban pirata) de la ANABE no se pudo sostener sólo con el talento y la capacidad desplegada por los peloteros en el terreno de juego. Desapareció. 

Los rebeldes regresaron con los abominables patrones; negreros y explotadores, pero que sabían del asunto del manejo de las empresas y de los negocios. Y el beis profesional es, al fin y al cabo, un negocio.

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