Por Juan Emilio Batista
Cruz.
Un saludo, hermano
Jesús. Sí, lamentable para nuestro béisbol el abandono del equipo en Santo
Domingo de los Hermanos Yulieski y Lourdes (hijo) Gurriel Castillo. El primero,
sobre todo, tiene calidad probada para brillar en MLB y su hermano menor apenas
comienza, pero tiene talento suficiente para llegar a ser figura en poco tiempo
al más alto nivel de la pelota en el mundo. Les deseo suerte.
Ahora, hermano,
te adjunto un comentario sobre mi punto de vista acerca de que es posible
rescatar la calidad y el prestigio de que siempre ha gozado el rey de los
deportes en Cuba. Un abrazo, Juan Emilio.
El
rescate de la calidad del béisbol cubano es posible
Las Tunas, Cuba.- Lo
sucedido en la recién terminada Serie del Caribe de Béisbol no debió ser una
sorpresa para nadie en nuestro país, porque desde hace varios años se repiten
los mismos errores a la hora de confeccionar la Selección Nacional y se
mantiene casi intacto el desconocimiento de lo que sucede en las Ligas de
nuestro más cercano entorno geográfico.
Una vez más, el campeón
reforzado de nuestra Serie Nacional es “sorprendido” en los primeros
enfrentamientos del torneo caribeño y cuando comienza a mejorar su desempeño
porque tiene talento para ello, ya es tarde en un calendario tan corto y
exigente.
Vamos por parte.
Desde finales de la
década del 60 del siglo 20, Cuba reinó en el universo del béisbol aficionado,
con equipos cuajados de estrellas capaces de brillar en las mismísimas Grandes
Ligas de Estados Unidos, pero frente a rivales de menor cuantía, salvo las
excepciones conocidas de excelentes planteles estadounidenses, japoneses,
coreanos, de China Taipei, Canadá y más recientemente, de Holanda.
Pero el mundo ha
cambiado en todos los sentidos y, poco a poco, en los eventos deportivos
universales y de los Juegos Olímpicos se apuesta por la calidad, por la
presencia de los mejores, ya sean amateurs o profesionales. La exigencia creció
y en el caso de la pelota “nos dormimos en los laureles”.
La Serie Nacional
cubana era una competencia de alto nivel y después de 1975, con la creación de
la Selectiva, se elevó el techo cualitativo, debido a la concentración de los
mejores jugadores en cuatro, seis u ocho novenas.
Por diferentes razones
este torneo élite, sinónimo de calidad indiscutida, desapareció con la edición
de 2004, año en el que Cuba recuperó el título olímpico en la cita de Atenas,
Grecia, apoyada en una formidable nómina, bien guiada por Rey Vicente Anglada.
La presencia de 16
equipos en el torneo doméstico y la falta casi absoluta de roce internacional,
la eliminación de la Serie Selectiva bajó abruptamente la calidad y la dinastía
de Cuba en los eventos oficiales del mundo comenzó a resquebrajarse. Aquellos
polvos trajeron los actuales lodos, esos que hoy nos hunden en un pantano.
Desde la primera
nacional hubo desertores, como el caso de Manuel “Amorós” Hernández, joven y
talentoso zurdo matancero, que quiso probar suerte en el béisbol rentado. Y,
hasta los 80 del pasado siglo, sólo algunos jugadores aislados lo imitaron.
A partir de los años 90
se incrementó el número de los desertores, aunque en el inicio no se trató de
los más brillantes, en unos casos sólo en busca de mejoría económica, o lo que
es lo mismo fama y fortuna y en otros, disgustados porque a pesar de sus altos
resultados, no eran incluidos en la selección nacional, único estímulo para su
carrera dentro del país.
Es bueno que se sepa
que, en todos aquellos casos y en los del presente, los peloteros cubanos se
ven obligados a renunciar a su Patria y adquirir otra nacionalidad porque la
Ley del Bloqueo impide que un ciudadano de la Mayor de las Antillas sea
contratado por alguna de las franquicias de la MLB.
Esa es una realidad
objetiva que no es responsabilidad de los que dirigen el béisbol en Cuba. Es
sabido que se han hecho cambios, que se adoptaron medidas, que ya nuestros
peloteros reciben dinero para jugar, que firman sus contratos en las diferentes
provincias, que se han logrado vínculos con otras Ligas como la de Japón,
Italia, Holanda y otras menos connotadas, pero con la MLB, hasta ahora, nada.
Pero en medio de estas
realidades, es preciso aumentar las gestiones, conseguir que nuestros peloteros
puedan buscar experiencia en otros países, foguearse, sobre todo en el Caribe,
hasta que un día, la justicia se abra paso, y los cubanos puedan brillar en
Grandes Ligas sin tener que renunciar a su Patria, a vivir con su familia en la
tierra que los vio nacer.
Pero es preciso,
también, resolver los problemas subjetivos que lastran nuestra pelota. Hay que
estimular a los activistas y los técnicos de la base, aprovechar la experiencia
de jugadores estrellas que, en este momento, están olvidados, cuando pudieran
perfeccionar el quehacer de los miles de talentos que existen en todos los
rincones del país.
Además, es preciso que
en la nómina de los equipos nacionales se incluya a los atletas que estén en la
mejor forma deportiva, que sus resultados sean reconocidos, que se sientan
estimulados.
En esta Serie del
Caribe, por ejemplo, Alfredo Despaigne, quien estaba de vacaciones, viajó a
Dominicana, donde no pudo acreditar, por mucho, su extraordinaria calidad. En
mi opinión ese fue un error que dañó, a no dudarlo, el bien ganado prestigio
del muchacho de Granma.
Y no acepto que sea la
presencia de un equipo por provincia en nuestra Serie, lo que haga daño al
béisbol cubano. En esta Isla, desde el Cabo de San Antonio a la Punta de Maisí,
los talentos están por decenas de miles y necesitan jugar, además de que son
los protagonistas del mayor espectáculo de cualquier índole que se organice en
el país, de un pasatiempo que forma parte de la Identidad Nacional.
Ah, ¿por qué la
Dirección del béisbol en Cuba no acaba de darse cuenta de que nuestro descenso
ocurrió a partir de la eliminación de la Selectiva?
Organícese la Serie
Nacional corta y, al final, un torneo élite, con el nombre que se determine y
el cual propongo que sea Copa Cuba, con cuatro o seis equipos integrados por
los más destacados de la temporada en cada posición, que se conviertan en la
cantera de la Selección Tricolor para los eventos internacionales.
Y si el contexto
universal lo permite y ellos están de acuerdo, que los peloteros cubanos de
hoy, estrellas en otras Ligas, puedan ser
incluidos en la Selección Nacional y defender la bandera de su Patria. Eso
sería totalmente justo.
De acuerdo con este
punto de vista, luego de largas y profundas reflexiones, creo firmemente, que
es posible rescatar la calidad y el prestigio del béisbol en mi país, éste que
durante casi siglo y medio, ha aportado estrellas de tal brillo, que jamás
podrán ser olvidadas por nadie conocedor de un deporte tan extraordinario como
el de las bolas y los strikes.
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