ESTRELLAS DEL BÉISBOL
HA NACIDO EL CLÁSICO DE OTOÑO
Por Héctor Barrios Fernández.
Aún
después de que la Liga Nacional y la Liga Americana hicieron las paces bajo el
Acuerdo Nacional de 1903, algunos incondicionales de la Liga Nacional estaban
reacios a reconocer al hermano menor como un compañero igual en las Ligas
Mayores de Béisbol. Otros vieron la oportunidad en la alianza recién formada.
El
dueño de los Piratas de Pittsburgh Barney Dreyfuss, cuyo equipo había emergido relativamente
ileso durante la guerra entre las ligas entre 1900 a 1902, estaba entre los
visionarios.
A
mediados del verano de 1903, con su equipo situado cómodamente en el primer
lugar de la Liga Nacional, Dreyfuss envió un reto a Harry Killilea, dueño de
los hasta entonces líderes de la Liga Americana, los Americans de Boston.
“El
tiempo ha llegado,” escribió Dreyfuss, “para la Liga Nacional y la Liga
Americana de organizar una Serie Mundial. Creo firmemente que si nuestros
equipos jugaran una serie de nueve juegos para obtener al ganador, nosotros
crearíamos gran interés en el béisbol, en nuestras ligas y en nuestros
jugadores. También creo que financieramente sería un éxito.”
Después
de reunirse con el Presidente de la Liga Americana Ban Johnson y asegurando que
su equipo se alzaría con la victoria, Killilea aceptó el reto.
Los
dos dueños se dispusieron a establecer las reglas para la competencia de
postemporada. Fue a definir al mejor en una serie de nueve juegos, finalizando
tan pronto como un lado ganara cinco de esos juegos.
La
serie comenzaría el primero de octubre en Boston, en cuyo parque se realizarían
los tres primeros desafíos. Los equipos viajarían a Pittsburgh para cuatro
juegos antes de retornar a Boston para los dos finales, en caso de ser
necesarios.
Un
ampáyer por cada liga oficiarían durante la serie: Hank O’Day por la Liga
Nacional y Tom Connolly por la Liga Americana, ambos actualmente en el Salón de
la Fama del Béisbol en Cooperstown, N.Y.
Los
rosters para la Serie Mundial estarían limitados a los jugadores que fueran
parte de los equipos antes del primero de septiembre.
Con
una asistencia de más de 16 000 aficionados en el famoso Huntington Avenue
Grounds de Boston, los visitantes Piratas, madrugaron a los Americans y a su as
de lanzadores Cy Young venciéndolos al son de 7-3 en el primer partido. Sin
embargo Boston se recuperó con una blanqueada de 3—0 de Bill Dinneen en el
juego dos. Deacon Phillippe reclamó su segundo triunfo de la serie en el juego
tres ante un lleno de casi 19 000 fanáticos en Boston.
Phillippe
vino con otro triunfo en juego completo con marcador de 5-4 cuando la serie
cambió al Exposition Park de Pittsburgh.
Posterior
a eso, Boston se alzó con la victoria en los siguientes tres cotejos, poniendo
la serie a su favor 4-3.
Ante
poco menos de 7 500 aficionados, la entrada más baja en la serie, Dinneen
controló completamente a los Piratas y logró una victoria de 3-0 sobre
Phillippe y con ello los Americans de Boston, posteriormente Medias Rojas, eran
los campeones mundiales.
La
Liga Americana había probado ser un digno competidor de su hermana mayor, la
Liga Nacional. Sin embargo el acuerdo entre Dreyfuss y Killilea, solamente era
para una serie entre esos dos equipos en ese octubre. No hubo un compromiso por
más tiempo entre las ligas por realizar más series o juegos de postemporada.
Cuando
los Gigantes de New York tenían una ventaja de 10 juegos sobre su más cercano
perseguidor a mediados de la siguiente temporada de la Liga Nacional en 1904,
el dueño John T. Brush dejó en claro que su equipo no participaría en una serie
de postemporada con el campeón de una liga “inferior.”
El
manejador John McGraw le hizo segunda, como ganador de la “única real Liga
Mayor,” sus Gigantes eran ya campeones mundiales y no había necesidad de juegos
adicionales para probar eso. Según dijo.
Cronistas
y aficionados por igual acusaron a Brush y a McGraw de arrogantes y cobardía.
Picado
por las fuertes críticas, a principios de 1905 Brush ayudó a formular un
acuerdo oficial para una Serie Mundial de postemporada.
Las
“Reglas y Regulaciones que Gobiernan los Encuentros del Campeonato Mundial de
Béisbol Profesional” también conocidas como “Las Reglas Brush” fueron aprobadas
por las dos ligas y la Comisión Nacional en febrero de 1905.
Se
estableció una serie anual entre los campeones de cada liga y se garantizaba
que los equipos ganadores “cumplirían fielmente todas las disposiciones” de las
reglas y no “ejercitarían una decisión arbitraria de abandonar la serie hasta
que ésta se hubiera completado o se determinara un campeón de la misma.”
De
acuerdo con las reglas de Brush, “siete juegos deberán constituir una serie.”
La serie de siete juegos ha sido lo usual desde entonces, con excepción de los
años de 1919 a 1921 cuando la Serie Mundial fue extendida al mejor de una
competencia de nueve juegos.
El
acuerdo de 1905 estableció que cada ciudad sería anfitrión de por lo menos tres
juegos y el establecimiento de los primeros tres juegos sería determinado por
la suerte.
De
hecho dada la proximidad geográfica de los equipos campeones en 1905, New York
y Filadelfia, la serie alternó parques para cada juego.
Lo
mismo fue en 1906, cuando se enfrentaron los dos equipos de Chicago. Después la
“norma” fue 2-2-1-1-1. El formato de 2-3-2 fue presentado en 1924 y ha sido la
tradición desde entonces, con excepción de los años de guerra de 1943 y 1945.
El
privilegio de abrir jugando en casa se alternó entre las ligas hasta el 2003,
cuando el Béisbol de Ligas Mayores decidió que la ventaja la tendría el equipo
de la liga que triunfara en el juego de estrellas de media temporada.
Las
reglas Brush también dispusieron en detalle sobre el cómo los ingresos de los
juegos serían divididos.
Basados
en la fórmula, cada jugador del lado ganador en 1905 se llevó a casa $1,142
dólares, para los perdedores fueron $832. En 1903 la cantidad de dinero a
compartir para los jugadores perdedores de los Piratas de Pittsburgh, fue más
grande que la de los ganadores Bostonianos.
La
razón fue que el dueño de los Piratas Barney Dreyfuss aportó su ganancia para
repartirse entre sus jugadores. En 2013, los jugadores del lado del equipo
ganador se llevaron la nada despreciable cantidad de $307,323 dólares cada uno,
a los perdedores “solamente” les tocó $228,300.
Con
las nuevas reglas ya establecidas, Brush y McGraw de los campeones de la Liga
Nacional, Gigantes de New York, se enfrentaron a los Atléticos de Filadelfia de
Connie Mack en la Serie Mundial de 1905. Resultando victorioso el equipo de los
Gigantes en cinco juegos.
Después
de perder la serie con sus rivales del otro extremo de la ciudad en 1906, los
Cachorros de Chicago se convirtieron en el primer equipo en repetir como ganadores
en dos series consecutivas agenciándose los títulos de 1907 y 1908.
Por
su parte los Tigres de Detroit, en esos mismos años, se adjudicaron la
distinción de ser los primeros en perder dos series espalda con espalda, lo
cual extendieron a tres series perdidas consecutivamente al caer ante los
Piratas de Pittsburgh en 1909.
El
único otro equipo en perder tres series seguidas fueron los Gigantes de New
York de 1911 a 1913. Ningún equipo ganó más de dos series consecutivas hasta
los Yankees de 1936 a 1939. Esa marca de cuatro series mundiales ganadas en
forma seguida fue rota por Yankees al ganar cinco en fila de 1949 a 1953.
La
serie de 1909 fue la primera en llegar al límite de siete juegos programados
para determinar al campeón, siendo los Piratas (4) sobre los Tigres (3).
Los
equipos han ido al máximo de siete juegos 39 veces, hasta hoy principios del
2018. Los Cachorros de Chicago fueron los primeros en aplicar una barrida con
un 4-0 a los Tigres de Detroit en 1907, aunque un juego terminó empatado al ser
suspendido debido a la oscuridad, recordemos que en esos tiempos no había
alumbrado en los estadios.
Sin
contar las dos series con juegos empatados, 19 han requerido de solamente 4
juegos para determinar al campeón.
Aún
aunque la primera serie de 1903 fue mayormente un reto no oficial entre los equipos campeones de sus respectivas ligas,
esto ha sido un rito otoñal cada año, con excepción de 1904 y 1994, cuando una
interrupción debido a la huelga causó la cancelación de toda la postemporada.
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