"No los monten tiernos
porque se hacen pandos”, decían los rancheros de antes, en relación a la prisa
con la que muchas veces asumimos las cosas y sacamos conclusiones de cosas que
todavía no suceden.
Todos -me incluyo-
estamos hablando de Shohei Ohtani como un jugador de salón de la fama, por los
números que ha conseguido hasta ahora y sobre todo por el inicio de campaña que
está teniendo con los Dodgers, que lo coloca en primer lugar en muchas
categorías ofensivas de ambas ligas mayores.
Sin embargo, la realidad
es que todavía es temprano para adelantar festejos. Ohtani está entrando a su
sexta temporada como ligamayorista, y sus dos premios como jugador más valioso
son lo único que ha ganado. Esto es un dato duro.
No se puede discutir que Ohtani posee un paquete de habilidades físicas, mentales y actitudinales que nadie más tiene (quizás nadie las ha tenido en ningún momento), que lo han convertido en el superestrella que es.
Pocos pueden negar que en estos días es
el mejor beisbolista del mundo, incluso sin aprovechar toda su capacidad porque
no está usando su brazo de lanzar, que también es sobresaliente.
Pero no podemos
anticiparnos y dar como hechos cosas que aún están en el futuro, sobre todo en
una actividad tan incierta como el beisbol profesional.
Hace no más de tres años
hablábamos de Mike Trout como el mejor, como un miembro seguro de Cooperstown.
Hoy las lesiones lo han reducido a un pelotero que no es capaz de jugar una
temporada, porque su estado físico no se lo permite, con todo lo bueno que es.
Y Ohtani ya tiene un
historial importante de lesiones.
Yo pienso que especular no nos lleva a nada, y que lo más sensato es ponernos a ver jugar a este fenómeno, disfrutar las maravillas que hace en el terreno de juego, esperar que goce de buena salud, que tenga una larga carrera y que llegue tan alto como sea posible.
Al fin y al cabo, hemos sido afortunados: no pudimos ver a Babe Ruth,
pero podemos ver a Shohei Ohtani.
Un gran saludo amigos.
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