jueves, 21 de abril de 2016

Las comidas en las Ligas Mayores



Por René Cárdenas
(fitoiii@aol.com - www.laestufacaliente.net)

Luego de leer y ver las bellas fotografías de la renovación del estadio de los Cachorros de Chicago, el Wrigley Field, recordé mis visitas mientras participaba en las narraciones de los juegos de los Dodgers con mi buen amigo Jaime Jarrín y, lo primero que se me vino a la mente fue el comedor designado para los narradores y reporteros.

Antes de una de tantas renovaciones del antiguo parque de pelota, el palco de prensa se componía de una serie de cuartitos miserables que se asemejaba a las casuchas de la gente de pocos recursos en los cerros de Caracas, Venezuela.

 Estaban construidas en una plataforma que parecía flotar en el aire y, para llegar a ellas se debía de caminar por un puentecillo angosto, algo así como un puente colgante de la jungla panameña. Los cuartos o cabinas eran horribles y estaban llenos de hoyos. Horribles en el sentido máximo de la palabra.

Al lado derecho había uno dedicado a la cocina donde una pareja de personas calentaba perros calientes y hamburguesas para los personas que llegaban a cubrir los juegos de los Cachorros, es decir, nosotros. No tenían ni gloria ni sabor a beisbol.


El Wrigley Field no tenía elevadores para subir a los pisos. Los fanáticos tenían que caminar por unas rampas abominables para llegar a sus asientos con la lengua afuera y respirando gordo. La razón para no instalarlos dijeron que era para no alterar el estilo antiguo del edificio. Luego de tantas críticas y comentarios no muy encomiables que se diga, se construyó un elevador de carga al extremo del jardín izquierdo en la forma más escondida. Para los periodistas fue una bendición usar el elevador luego de caminar todo alrededor del edificio con el objeto de subir al palco de prensa.

Años más tarde se construyó un nuevo palco de prensa en el último piso y, para llegar allí, luego de las rampas, había que subir un piso más de puras gradas. El que padecía del corazón no osaba hacer la travesía desde el terreno porque era una odisea atrevida.

Con respecto a las gradas, no recuerdo cuántas eran, pero sí recuerdo que uno llegaba a la caseta de radio con la lengua de fuera. Cuando el narrador de los Cachorros Harry Caray se enfermó del corazón, lo tenían que llevar a la cabina de locución en un carrito de golf. No tengo idea cómo hacía el personal del equipo para subirlo por esas gradas de la muerte.


Las casetas que construyeron eran de material nuevo, pero de tamaño ínfimo como para gente menuda o enanos. De cabinas de radio no tenían nada. El tipo que las diseñó, probablemente vivía en la cárcel de Alcatraz. El comedor al fin era un cuarto grande con mesas normales. La comida varió, pues ya no servían sólo perros calientes y hamburguesas. Comenzaron a ofrecer otros platillos, pero de una calidad que dejaba mucho que desear.

Recuerdo que Mr. Phil Wrigley, para pintar el estadio que es de hierro, compraba los sobrantes que se usaban para pintar los barcos de guerra a la Armada de los Estados Unidos. Para él la idea era buena y barata, pero el estadio aún recién pintado nunca lució atractivo según la opinión de muchos. Siempre pensé que la pintura era tan mala como la comida.

Hace un par de años me puse a pensar acerca de la calidad de comidas que los chicos de la prensa y radio consumíamos entonces en los palcos de prensa y quise averiguar lo que pasa hoy en la Liga Nacional. Como dejé de viajar con los Astros en el 2007, y para satisfacer mi curiosidad, escribí a mi viejo compañero de labores Jaime Jarrín que tiene medio siglo de estar viajando en el viejo circuito. A continuación lean las notas que nos cruzamos. Ambas se explican por sí solas:


  “Mi querido Chamacón: Dime qué estadio tiene la mejor comida y la peor. Quiero hacer un comentario al respecto. Como eres todo un pingüino ecuatoriano, no creo que el frío de Las Vegas te haga recordar aquella tarde en el viejo palco de prensa en Chicago, donde había un hoyo cerca de nuestros pies que permitía la entrada de una corriente fría directa desde el Polo Norte.

Recuerdo que puse mis pies sobre una almohadilla térmica que llevé y, de súbito, sentí que tú también hacías lo mismo sobre mi misma almohadilla. Lo recuerdo como si fuera ayer. ¿Te acuerdas de lo mucho que nos reímos? Saludos para Blanca. Un abrazote.

“Querido Chelito: claro que recuerdo como si fuera ayer nuestras aventuras con los rigores del clima sobre todo en Chicago con esas ráfagas de viento congelante que nos calaba hasta los huesos o el calor endemoniado de San Luis con temperaturas en el viejo Busch de más de 125 grados.

Con respecto a los comedores de prensa en los estadios: Filadelfia sigue siendo la mamacita de todos con una buena variedad y calidad. Claro que ya no están las viejitas alemanas que se desvivían por atendernos.

¿Recuerdas el 'Apple Strudlel' alemán preferido de nuestro director Dave Van de Walker?

Pittsburgh que por años iba a la vanguardia ha bajado bastante pero sigue más o menos bien. San Francisco se defiende aunque antes era mejor. Dodger Stadium se mantiene entre los mejores aunque no tan excelente como el 'Room 40' en los tiempos de Peter (O’Malley).


Extraño el pollo de antes de Houston, el de hoy no tiene la magia de aquel de los 60s, 70s y 80s. Cincinnati continúa con una buena cocina.

Entre los peores creo que continúa a la cabeza San Luis, aunque ya no tiene la exclusiva de antes con esas insípidas hamburguesas empatado con Colorado que tal vez haya desplazado a San Luis como el peor seguido de cerca por Washington. Además Colorado que tiene la peor comida es el más caro con $12 lapas verdes.

Arizona es el único lugar que no cobra a los “hall of famers”, en caso de los Dodgers Vin, Lasorda y tu servilleta. Para ti y Jilma un fuerte abrazo con nuestros mejores deseos para el 2015″.

Cuando el Juez Roy Hofheinz era el "cowboy comandante" de los Astros y del Astrodome, el palco de prensa disfrutó del mejor comedor en la historia de las Ligas Mayores. Además de estar primorosamente adornado con efigies beisbolistas, tenía un bar abierto y gratis en el mismo recinto. Las comidas eran exquisitas y, el pollo frito, era sin lugar a dudas, el más sabroso de la nación. Es más, al terminar los juegos, servían carnes frías y quesos con vegetales para hacer emparedados.

Luego de la era de Hofheinz, todo aquello desapareció bajo las nuevas administraciones del equipo, especialmente la calidad del pollo frito que le encantaba a Jaime. Me inclino a creer que uno de esos economistas de los que se creen sabios, instó al equipo para eliminar los bocadillos y bajar la calidad de las comidas para ahorrar dinero.

Actualmente, toda persona con pase de prensa puede visitar el comedor de los Astros mediante el pago de diez lapas verdes por servicio. En realidad, el plato cuesta $18, pero los Astros pagan los otros $8 como una deferencia para los chicos de la prensa.

Nota: Este texto apareció publicado en laestufacaliente.net


Reinaldo Leandro (leandror@bellsouth.net)

Querido Tortugón, que nota más "sabrosa".

Un abrazo,  Tony Menéndez
  


Muy bueno tu escrito... en PNC Park en Pittsburgh son muy amables los ujieres pero lo único bueno son los pretzels punto....si vas a comer en el estadio la mejor concesión es la de Primanti Brothers que hacen los mejores sandwiches en la ciudad de Pittsburgh y es el mismo precio que su restaurant en Market Square en la ciudad....

En Miami en el Marlins Park lo mejor son los barquillos de helado (pregúntenle al gran Felo Ramírez)... es mejor llegar ya comido en Miami de cualquiera de esos buenos restaurantes en la Calle 8...


Mejor "comida" son los hot dogs con papas fritas en Tropicana Field en St. Pete (Rays) en la quinta entrada...muy buena idea el $$$ que "pagas"es una donación para programas de Pequenas Ligas en el area de Tampa y sé que lo utilizan muy bien...igual que en Pittsburgh los ujieres en el media room son gente A-1.

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