Por
René Cárdenas
(fitoiii@aol.com
- www.laestufacaliente.net)
Luego
de leer y ver las bellas fotografías de la renovación del estadio de los
Cachorros de Chicago, el Wrigley Field, recordé mis visitas mientras
participaba en las narraciones de los juegos de los Dodgers con mi buen amigo
Jaime Jarrín y, lo primero que se me vino a la mente fue el comedor designado
para los narradores y reporteros.
Antes
de una de tantas renovaciones del antiguo parque de pelota, el palco de prensa
se componía de una serie de cuartitos miserables que se asemejaba a las
casuchas de la gente de pocos recursos en los cerros de Caracas, Venezuela.
Estaban construidas en una plataforma que
parecía flotar en el aire y, para llegar a ellas se debía de caminar por un
puentecillo angosto, algo así como un puente colgante de la jungla panameña.
Los cuartos o cabinas eran horribles y estaban llenos de hoyos. Horribles en el
sentido máximo de la palabra.
Al
lado derecho había uno dedicado a la cocina donde una pareja de personas
calentaba perros calientes y hamburguesas para los personas que llegaban a
cubrir los juegos de los Cachorros, es decir, nosotros. No tenían ni gloria ni
sabor a beisbol.
El
Wrigley Field no tenía elevadores para subir a los pisos. Los fanáticos tenían
que caminar por unas rampas abominables para llegar a sus asientos con la
lengua afuera y respirando gordo. La razón para no instalarlos dijeron que era
para no alterar el estilo antiguo del edificio. Luego de tantas críticas y
comentarios no muy encomiables que se diga, se construyó un elevador de carga
al extremo del jardín izquierdo en la forma más escondida. Para los periodistas
fue una bendición usar el elevador luego de caminar todo alrededor del edificio
con el objeto de subir al palco de prensa.
Años
más tarde se construyó un nuevo palco de prensa en el último piso y, para
llegar allí, luego de las rampas, había que subir un piso más de puras gradas.
El que padecía del corazón no osaba hacer la travesía desde el terreno porque
era una odisea atrevida.
Con
respecto a las gradas, no recuerdo cuántas eran, pero sí recuerdo que uno
llegaba a la caseta de radio con la lengua de fuera. Cuando el narrador de los
Cachorros Harry Caray se enfermó del corazón, lo tenían que llevar a la cabina
de locución en un carrito de golf. No tengo idea cómo hacía el personal del
equipo para subirlo por esas gradas de la muerte.
Las
casetas que construyeron eran de material nuevo, pero de tamaño ínfimo como
para gente menuda o enanos. De cabinas de radio no tenían nada. El tipo que las
diseñó, probablemente vivía en la cárcel de Alcatraz. El comedor al fin era un
cuarto grande con mesas normales. La comida varió, pues ya no servían sólo perros
calientes y hamburguesas. Comenzaron a ofrecer otros platillos, pero de una
calidad que dejaba mucho que desear.
Recuerdo
que Mr. Phil Wrigley, para pintar el estadio que es de hierro, compraba los
sobrantes que se usaban para pintar los barcos de guerra a la Armada de los
Estados Unidos. Para él la idea era buena y barata, pero el estadio aún recién
pintado nunca lució atractivo según la opinión de muchos. Siempre pensé que la
pintura era tan mala como la comida.
Hace
un par de años me puse a pensar acerca de la calidad de comidas que los chicos
de la prensa y radio consumíamos entonces en los palcos de prensa y quise
averiguar lo que pasa hoy en la Liga Nacional. Como dejé de viajar con los
Astros en el 2007, y para satisfacer mi curiosidad, escribí a mi viejo
compañero de labores Jaime Jarrín que tiene medio siglo de estar viajando en el
viejo circuito. A continuación lean las notas que nos cruzamos. Ambas se
explican por sí solas:
“Mi querido Chamacón: Dime qué estadio tiene
la mejor comida y la peor. Quiero hacer un comentario al respecto. Como eres
todo un pingüino ecuatoriano, no creo que el frío de Las Vegas te haga recordar
aquella tarde en el viejo palco de prensa en Chicago, donde había un hoyo cerca
de nuestros pies que permitía la entrada de una corriente fría directa desde el
Polo Norte.
Recuerdo
que puse mis pies sobre una almohadilla térmica que llevé y, de súbito, sentí
que tú también hacías lo mismo sobre mi misma almohadilla. Lo recuerdo como si
fuera ayer. ¿Te acuerdas de lo mucho que nos reímos? Saludos para Blanca. Un
abrazote.
“Querido
Chelito: claro que recuerdo como si fuera ayer nuestras aventuras con los
rigores del clima sobre todo en Chicago con esas ráfagas de viento congelante
que nos calaba hasta los huesos o el calor endemoniado de San Luis con
temperaturas en el viejo Busch de más de 125 grados.
Con
respecto a los comedores de prensa en los estadios: Filadelfia sigue siendo la
mamacita de todos con una buena variedad y calidad. Claro que ya no están las
viejitas alemanas que se desvivían por atendernos.
¿Recuerdas
el 'Apple Strudlel' alemán preferido de nuestro director Dave Van de Walker?
Pittsburgh
que por años iba a la vanguardia ha bajado bastante pero sigue más o menos
bien. San Francisco se defiende aunque antes era mejor. Dodger Stadium se
mantiene entre los mejores aunque no tan excelente como el 'Room 40' en los
tiempos de Peter (O’Malley).
Extraño
el pollo de antes de Houston, el de hoy no tiene la magia de aquel de los 60s,
70s y 80s. Cincinnati continúa con una buena cocina.
Entre
los peores creo que continúa a la cabeza San Luis, aunque ya no tiene la
exclusiva de antes con esas insípidas hamburguesas empatado con Colorado que
tal vez haya desplazado a San Luis como el peor seguido de cerca por
Washington. Además Colorado que tiene la peor comida es el más caro con $12
lapas verdes.
Arizona
es el único lugar que no cobra a los “hall of famers”, en caso de los Dodgers
Vin, Lasorda y tu servilleta. Para ti y Jilma un fuerte abrazo con nuestros
mejores deseos para el 2015″.
Cuando
el Juez Roy Hofheinz era el "cowboy comandante" de los Astros y del
Astrodome, el palco de prensa disfrutó del mejor comedor en la historia de las
Ligas Mayores. Además de estar primorosamente adornado con efigies
beisbolistas, tenía un bar abierto y gratis en el mismo recinto. Las comidas
eran exquisitas y, el pollo frito, era sin lugar a dudas, el más sabroso de la
nación. Es más, al terminar los juegos, servían carnes frías y quesos con
vegetales para hacer emparedados.
Luego
de la era de Hofheinz, todo aquello desapareció bajo las nuevas
administraciones del equipo, especialmente la calidad del pollo frito que le
encantaba a Jaime. Me inclino a creer que uno de esos economistas de los que se
creen sabios, instó al equipo para eliminar los bocadillos y bajar la calidad
de las comidas para ahorrar dinero.
Actualmente,
toda persona con pase de prensa puede visitar el comedor de los Astros mediante
el pago de diez lapas verdes por servicio. En realidad, el plato cuesta $18,
pero los Astros pagan los otros $8 como una deferencia para los chicos de la
prensa.
Nota:
Este texto apareció publicado en laestufacaliente.net
Reinaldo
Leandro (leandror@bellsouth.net)
Querido
Tortugón, que nota más "sabrosa".
Un
abrazo, Tony
Menéndez
Muy
bueno tu escrito... en PNC Park en Pittsburgh son muy amables los ujieres pero
lo único bueno son los pretzels punto....si vas a comer en el estadio la mejor
concesión es la de Primanti Brothers que hacen los mejores sandwiches en la
ciudad de Pittsburgh y es el mismo precio que su restaurant en Market Square en
la ciudad....
En
Miami en el Marlins Park lo mejor son los barquillos de helado (pregúntenle al
gran Felo Ramírez)... es mejor llegar ya comido en Miami de cualquiera de esos
buenos restaurantes en la Calle 8...
Mejor
"comida" son los hot dogs con papas fritas en Tropicana Field en St.
Pete (Rays) en la quinta entrada...muy buena idea el $$$ que
"pagas"es una donación para programas de Pequenas Ligas en el area de
Tampa y sé que lo utilizan muy bien...igual que en Pittsburgh los ujieres en el
media room son gente A-1.
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