Julio Maquinay/Joaqueline Sánchez Osuna:
Corría el año de 1880
cuando el gobierno de Agustín Martínez de Castro otorgó una concesión al
neoyorquino Edward B. Adams para que
estableciera en Sinaloa su compañía que llevara por nombre Ferrocarril de
Sinaloa y Durango.
Para iniciar su labor se realizaron los trabajos de tendidos de la vía entre Culiacán y Altata.
Se
necesitó el esfuerzo de doscientos trabajadores que en aquellos tiempos
obtuvieron un salario de setenta y cinco centavos por día trabajado.
El 5 de mayo de 1882 se
hizo la inauguración oficial de los primeros 2.5 km de vía férrea.
Llegaba hasta el pueblo de Bachimeto.
Ahí, junto con la junta patriótica de Altata, abordaron la locomotora número 1, llamada Agustín Martínez de Castro; bautizada así en honor del gobernador. Fue la primera máquina que llegó a tierras sinaloenses.
Para el 11 de febrero de
1883 el trabajo estaba concluido. Altata y Culiacán.
La fundación de este
ferrocarril aunque era un proyecto más amplio, quedó truncado, porque atravesar
la Sierra Madre Occidental no era tan sencillo y requería de una inversión
mayor.
Esta ‘bestia negra’ se
ganó el mote de El Tacuarinero, por el Tacuarín, un bocadillo que se vendía
arriba de la máquina.
En aquellos tiempos la
estación del Tacuarinero se ubicaba en Gabriel Leyva Solano y Andrade. Justo en
el lugar que ocupa el monumento al soldado desconocido.
Con el paso de los años
el Tacuarinero llegó a convertirse en el medio de transporte de cientos de
personas que iban y venían de Navolato a Culiacán. Había vendedoras de
tacuarines, nopales, gallinas y todo lo que podría generar un ingreso al gasto
familiar.
Ese trenecito que en mayo
de 1975 hizo su última parada en los patios del Ferrocarril Occidental de
México. Donde aún se encuentra como un fiel testigo de los mejores años de
Navolato y su gente.
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