lunes, 5 de agosto de 2024

 



Julio Maquinay/Joaqueline Sánchez Osuna: 


Corría el año de 1880 cuando el gobierno de Agustín Martínez de Castro otorgó una concesión al neoyorquino Edward B. Adams para que estableciera en Sinaloa su compañía que llevara por nombre Ferrocarril de Sinaloa y Durango.

Para iniciar su labor se realizaron los trabajos de tendidos de la vía entre Culiacán y Altata. 

Se necesitó el esfuerzo de doscientos trabajadores que en aquellos tiempos obtuvieron un salario de setenta y cinco centavos por día trabajado.

El 5 de mayo de 1882 se hizo la inauguración oficial de los primeros 2.5 km de vía férrea.

Llegaba hasta el pueblo de Bachimeto.


Ahí, junto con la junta patriótica de Altata, abordaron la locomotora número 1, llamada Agustín Martínez de Castro; bautizada así en honor del gobernador.  Fue la primera máquina que llegó a tierras sinaloenses.

Para el 11 de febrero de 1883 el trabajo estaba concluido. Altata y Culiacán.

La fundación de este ferrocarril aunque era un proyecto más amplio, quedó truncado, porque atravesar la Sierra Madre Occidental no era tan sencillo y requería de una inversión mayor.

Esta ‘bestia negra’ se ganó el mote de El Tacuarinero, por el Tacuarín, un bocadillo que se vendía arriba de la máquina.



 “Según la crónica popular narra que se le puso el mote del Tacuarinero porque en las poblaciones que estaban entre Bachigualato, Aguaruto  y San Pedro se subían las mujeres a vender tacuarines, el Tacuarín es una rosquilla hecha de masa de maíz”.

En aquellos tiempos la estación del Tacuarinero se ubicaba en Gabriel Leyva Solano y Andrade. Justo en el lugar que ocupa el monumento al soldado desconocido.

Con el paso de los años el Tacuarinero llegó a convertirse en el medio de transporte de cientos de personas que iban y venían de Navolato a Culiacán. Había vendedoras de tacuarines, nopales, gallinas y todo lo que podría generar un ingreso al gasto familiar.

En sus últimos años de servicio transportaba, entre otras cosas, azúcar y carros tanques con mieles, que se producían en el Ingenio para enviarlos a Culiacán y a otros estados del país.

Ese trenecito que en mayo de 1975 hizo su última parada en los patios del Ferrocarril Occidental de México. Donde aún se encuentra como un fiel testigo de los mejores años de Navolato y su gente.

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario